El perro y el gato
EL GATO 'CALCETINES'
By DOUCE
Pues verán, trataré de ser breve. Pero no sé si lo conseguiré. Mi relación con los gatos es una historia de amor y miedo. En principio, no tengo nada contra estos felinos. Los encuentro guapos, ágiles, ‘espabilaos’, independientes, limpios, a veces mimosos, pero siempre muy desconfiados. He tratado de llevarme bien con ellos, pero debo confesar que no lo he conseguido. Bueno, miento, sólo lo he logrado con uno, al que le llamaba ‘Calcetines’, un felino atigrado con rayas. Las pezuñas las tenía blancas, a modo de calcetines.
He de hacer notar que en el jardín de casa y alrededores, siempre ha habido gatos en manadas variables, con una media de seis o siete felinos a los que una vecina se encarga de cuidar. De todos ellos, sólo con Calcetines he tenido una relación amistosa. Venía al jardín, jugaba conmigo, correteábamos y no se asustaba cuando yo corría hacia él. Nuestra ‘convivencia’ duró unos dos años. Yo siempre le advertí que la libertad es hermosa, pero a veces tiene sus peligros, sobre todo conviviendo con humanos. Él me dijo, “prefiero mi libertad de muerte que pasarme la vida acurrucado en un rincón, durmiendo, sin hacer nada”.
Valiente filosofía de vida, pero a Calcetines le gustaba el riesgo. Hay gente que prefiere vivir poco, pero intensamente. Así era él. Más de una vez le dije que me parecía bien, pero hay riesgos tontos por los que no vale regalar una vida. Mis advertencias no sirvieron para convencer a ‘Calce’. Una mañana en que bajé al jardín pensando que acudiría a nuestra cita, no le vi. Me extrañaba su retraso porque él vivía en la calle y podía venir cuando quisiera. Me extrañaba su tardanza. Al verme por el jardín, Chema, el conserje, se acercó a mí y me dijo:"Douce, tengo que darte una mala noticia”. Yo enseguida pensé que se referiría a mi amigo."Calcetines ha muerto. Saltó el seto y un coche que venía a toda pastilla le atropelló”. De nada le valió su agilidad, quedó en la calzada totalmente destrozado.
Yo lo sentí mucho. Era mi amigo, con el que pasaba ratos muy felices. Durante mucho tiempo bajaba al jardín pensando que no podía ser verdad, que Chema se había equivocado de gato. Pero Calcetines no volvió y yo me quedé muy sola sin él. Luego he tratado de hacer buenas migas con otros de sus compañeros. Pero no he encontrado otro como él. Cuando me ven, me miran con recelo, me observan y si hago ademán de ir hacia ellos, ponen ojos de fuego, encorvan su cuerpo, bufan y yo no me atrevo a acercarme. La primera vez que lo hice, me gané un buen zarpazo. Hay otros que ni siquiera esperan y salen pitando y en un santiamén se suben a un árbol o saltan la cerca del jardín.
Si en la vida encuentran algún "Calcetines", mímenlo, ocúpense de él, déjenle también libre, es su vida. Se encontrarán frecuentemente otros 'felinos', unos se protegen echando la zarpa enseguida antes de abordarles. Hay otros que se protegen cubriénndose con su caparazón o que salen huyendo. Déjenlos, sigan siendo ustedes mismos. Nuestra vida no necesita de esos gatos.
He de hacer notar que en el jardín de casa y alrededores, siempre ha habido gatos en manadas variables, con una media de seis o siete felinos a los que una vecina se encarga de cuidar. De todos ellos, sólo con Calcetines he tenido una relación amistosa. Venía al jardín, jugaba conmigo, correteábamos y no se asustaba cuando yo corría hacia él. Nuestra ‘convivencia’ duró unos dos años. Yo siempre le advertí que la libertad es hermosa, pero a veces tiene sus peligros, sobre todo conviviendo con humanos. Él me dijo, “prefiero mi libertad de muerte que pasarme la vida acurrucado en un rincón, durmiendo, sin hacer nada”.
Valiente filosofía de vida, pero a Calcetines le gustaba el riesgo. Hay gente que prefiere vivir poco, pero intensamente. Así era él. Más de una vez le dije que me parecía bien, pero hay riesgos tontos por los que no vale regalar una vida. Mis advertencias no sirvieron para convencer a ‘Calce’. Una mañana en que bajé al jardín pensando que acudiría a nuestra cita, no le vi. Me extrañaba su retraso porque él vivía en la calle y podía venir cuando quisiera. Me extrañaba su tardanza. Al verme por el jardín, Chema, el conserje, se acercó a mí y me dijo:"Douce, tengo que darte una mala noticia”. Yo enseguida pensé que se referiría a mi amigo."Calcetines ha muerto. Saltó el seto y un coche que venía a toda pastilla le atropelló”. De nada le valió su agilidad, quedó en la calzada totalmente destrozado.
Yo lo sentí mucho. Era mi amigo, con el que pasaba ratos muy felices. Durante mucho tiempo bajaba al jardín pensando que no podía ser verdad, que Chema se había equivocado de gato. Pero Calcetines no volvió y yo me quedé muy sola sin él. Luego he tratado de hacer buenas migas con otros de sus compañeros. Pero no he encontrado otro como él. Cuando me ven, me miran con recelo, me observan y si hago ademán de ir hacia ellos, ponen ojos de fuego, encorvan su cuerpo, bufan y yo no me atrevo a acercarme. La primera vez que lo hice, me gané un buen zarpazo. Hay otros que ni siquiera esperan y salen pitando y en un santiamén se suben a un árbol o saltan la cerca del jardín.
Si en la vida encuentran algún "Calcetines", mímenlo, ocúpense de él, déjenle también libre, es su vida. Se encontrarán frecuentemente otros 'felinos', unos se protegen echando la zarpa enseguida antes de abordarles. Hay otros que se protegen cubriénndose con su caparazón o que salen huyendo. Déjenlos, sigan siendo ustedes mismos. Nuestra vida no necesita de esos gatos.
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Hoy me he entretenido con ese juego que me han enviado. He tratado de rodear al gato negro, para que no se escape, pero el muy ladino se me escapaba y huía. La segunda vez, se lo puse más difícil, pero también se me escapó. Tendré que probarlo de nuevo.Aquí les dejo el juego por si quieren que no se escape. Si lo logran pueden decírmelo:
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