La ‘Princesa’ vs ‘Loyalrock’

“ME HAN TOCADO LA CARA, PERO NO EL CEREBRO

Nunca pensó el Náufrago que iba a dedicar una entrada a la llamada ‘Princesa del pueblo’ o ‘Flor de San Blas’. Tampoco estaba en su agenda, ni en su intención, dedicársela al ‘periodista de la aristocracia’ Jaime Peñafiel (alias, James Loyalrock). No le gusta, aún salvando las distancias correspondientes, la gente que vive a costa de poner verdes a los demás, sean estos ‘abuelos taxistas’, reyes, princesas sin alcurnia o a las que sueltan por la boca, dardos y pestes contra ‘toreros, ex maridos, ‘campanilleras’ y ‘ambiciones’.

Si hoy lo hace, es para llorar y reflexionar un poco sobre esta España de ‘charanga y pandereta’, en su versión moderna de ‘gran-hermano’ y ‘sálvanos deluxe.’ Hoy, a toro pasado, (o vaca), se ha tomado la molestia ‘profesional’, de ver y escuchar, hasta dónde aguantó, una parte del pugilato entre la ‘Princesa’ y ‘Loyalrock’. No va a criticar ni poner a caldo a nadie, no vale la pena ponerse a su altura, más bien, bajura.

Leyendo el ‘mea culpa’ del periodista ‘aristócrata’ venido a menos, debe reconocer que por una vez no se nutre de la vida de los demás, sino que se lamenta de la suya propia. Reconoce, y esto le absuelve en parte, que se “equivocó al elegir compañeros de mesa, de viaje, de cama y de… programa”. Lo achaca, torpemente, al ‘espíritu navideño’, a no sé qué ‘insistencias e invitaciones’ y también - ¡oh, cuánta ingenuidad en un hombre que se le supone avezado en estas lides!- a la creencia de que cambiar de cara incluye también el cambio de persona y de modales.

En efecto, ni el ring, ni la contrincante, ni el mismo ‘árbitro’, ni el público asistente al pugilato, eran los más adecuados para un ‘soi-disant’ señor de chaqueta, gafas y corbata. En la pelea sólo hubo un púgil, femenina y singular, soltando mandobles a diestro y siniestro, ante un contrincante noqueado, que no sabía de dónde le venían las hos…., caricias, mientras los asistentes al circo subrayaban con populares aplausos cada golpe e indicaban con su pulgar hacia abajo, quién había resultado ‘perdedor’ en la desigual pelea.

Así termina su confesión la víctima: “¿Que me había equivocado eligiendo a mi compañera de programa? A lo peor va a ser que sí”. Y así fue.


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