Derecho a la vida / derecho a dejarse morir.

DILEMA

No cabe duda, que la actitud y la decisión de Aminatou Haidar de hacer la huelga de hambre, incluida la posibilidad de la muerte, si antes no se resuelve el problema, han hecho saltar las alarmas en muchos gobiernos y ha servido de llamada de atención a millones de personas. Su lucha, su valentía, han hecho incómoda su actitud a mucha gente, en especial, a los gobiernos responsables. O por mejor decir al gobierno ‘culpable’, Marruecos, y al gobierno ‘responsable’, España. Su posible muerte, podría poner sobre el tapete manchado de sangre, un derecho cubierto con un pesado, deliberado y cobarde silencio de 34 años.

Ante la posibilidad de que se cumpla la decisión de esta mujer, físicamente frágil e interiormente fortísima, ya han empezado los buitres que sobrevuelan su refugio a manejar las leyes y los ‘deberes’ de la medicina. Bien es sabido, que tanto unas como otros, son ‘manipulables’ y suelen ponerse al servicio del Poder. Ante este debate delicado, “La Frase” del filósofo José A. Marina que el Náufrago leyó ayer, ofrece una clara luz:
“La vida no es el valor supremo, sino el básico, que es otra cosa. La tela es la base de una pintura, sin la cual no existiría, pero no se puede decir que sea lo más importante del cuadro. Una de las grandes creaciones éticas es pensar que puede haber valores más valiosos que la vida. Por eso, en todas las culturas, ofrecer la vida por ese valor se ha considerado muestra de perfección y heroísmo”.
El Náufrago desea con todas sus fuerzas que Aminatou siga viviendo y continúe dando ejemplo con su vida, dedicada a su causa, pero espera que antes impere el derecho de la defensa de sus valores y creencias. Quien tiene que desistir de su ceguera e insoportable terquedad, es el Rey de Marruecos que ha llevado a esta situación a una persona, cuyo GRAN DELITO ha sido escribir en un papel: SAHARAUI. Por su parte, el Gobierno español, deberá reconocer que su primera ‘decisión’, y algunas intentonas, han contribuido a agravar el problema.

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"La carta de mis hijos me ha empujado a ser más dura que antes. Deseo abrazarles, pero con dignidad"-

AMINATU HAIDAR, LUCHADORA / JOSÉ ANTONIO MARINA
Haidar no quiere recibir alimento ni ayuda médica. El tema es éticamente importante. ¿Se debe impedir la decisión de una persona que en pleno uso de sus facultades desea morir por una causa que considera justa? Los que dan una respuesta afirmativa lo hacen basándose en que la vida es el valor supremo y hay que defenderla incluso contra su titular. Sin embargo, esto no es verdad.

La vida no es el valor supremo, sino el básico, que es otra cosa. La tela es la base de una pintura, sin la cual no existiría, pero no se puede decir que sea lo más importante del cuadro. Una de las grandes creaciones éticas es pensar que puede haber valores más valiosos que la vida. Por eso, en todas las culturas, ofrecer la vida por ese valor se ha considerado muestra de perfección y heroísmo. Esta elección sólo vale, por supuesto, en primera persona. Un héroe puede preferir la muerte a la indignidad, pero nadie puede pretender salvar de la indignidad a otra persona, matándola. Esto último era lo que pensaban y ejecutaban los inquisidores.

Los valores supremos tienen que vivirse por aceptación propia, no por decisión ajena. No hay heroísmo impuesto por la fuerza. Negar el derecho de una persona a inmolarse para defender su propia dignidad, supondría cegar una de las máximas demostraciones de grandeza de la especie humana. Hay que evitar la muerte de Haidar por otros medios.

LA FRASE: Crónica /El Mundo
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