Asalto a media mañana

SON 90 EUROS

By DOUCE

Después de la filípica que eché a mi papá el otro día por tenerme dedicada al ostracismo en mi puesto de becaria, parece que ha cambiado de actitud para conmigo y hasta me consulta. Esta mañana, dado que los visitantes veraniegos se han marchado, las mamás se dedican a los uniformes y los corticoles y la gente ha vuelto al trabajo, después de alguna vacilación, me preguntó si me apetecía ir a la playa.

Como comprenderán, yo, encantada. Apenas he pisado dos o tres veces la playa este verano dado el plan en que se han puesto los municipales contra nosotros, los canes, que somos los que siempre pagamos el pato, o las patas. Hay sitios reservados a los jugadores de palas, parques de juego para niños, playas especiales para nudistas y de nosotros nadie se acuerda, si no es para llenar las arcas municipales.

Como les decía, esta mañana, dada la fecha en que estábamos y las condiciones citadas, mi papá decidió llevarme a una cala medio salvaje, algo alejada de la zona turística, no dotada de vigilancia o socorrismo, donde apenas acude gente y menos en estas fechas. En efecto, cuando llegamos había muy poca gente, los de siempre, porque somos ya de la familia y tres o cuatro perros para los que sus amos suelen buscar rincones de la cala donde no ‘molestemos’. En uno de esos rincones nos instalamos.Mientras mi papá se bañaba, yo me dedicaba a darme revolcones, hacer hoyos en la arena, darme un ligero chapuzón y alguna breve correría.

Ya se había vestido mi papá y estaba metiendo sus enseres en la bolsa cuando un señor le avisó que venía la pasma. Enseguida, me puso la correa, cogió la bolsa y emprendimos el regreso. En el camino nos cruzamos con él y el poli le llamó la atención por haber bajado a la playa conmigo. Mi papá le dijo que apenas había nadie cuando llegamos, que a nadie habíamos molestado y que ya nos íbamos. Frunció el ceño, puso cara de poli y se dirigió hacia otro rincón donde dos jovencitas estaban con su perro. Allí estaba mi amigo, sentado tranquilamente en la arena sin cometer ningún ‘atropello’, follón o algarabía. El poli, camisa amarilla, pantalón azul corto y casco en la mollera, pidió a una de ellas la documentación y les calcó la multa: 90 euros del ala, por tener al perro suelto en la playa.

Les aseguro que cada día entiendo menos este chanchullo que se han montado los humanos y lo poco fácil que nos hacen la vida. ¿El mejor amigo del hombre? ¡tararí, que te vi! Nosotros no podríamos decir lo mismo de ellos. Estos mismos guardias del ‘asalto’ no mueven un dedo, ni bajan de azul y amarillo los viernes y los sábados por la noche, cuando mozalbetes y mozalbetas le dan al Cacique, a D. Simón y a la Coca Cola y luego dejan esparcidos por el suelo, vasos y bolsas de plástico, cascos de botellas y otros ‘plásticos’ que no cito.

'¡Oh mundo ingrato, cuántos reveses en ti he sufrido! '

LA PELI