Carta a un amigo

LAS REFLEXIONES DE DOUCE

Esta mañana estaba sentada junto a mi papá y me dijo:

-“Douce, te voy a contar una historia que me ha emocionado. No me he atrevido a enfrentarme a esa idea, no he podido. Lee y verás a qué me refiero”
. La historia empieza así:

“Anoche de madrugada te llegó la hora, y yo hoy, deshecho por dentro y con lágrimas templadas corriendo por mis mejillas, te escribo la carta que nunca quise tener que escribirte. No hace falta que te diga que siempre te quise como a un hermano, porque tú lo supiste desde el día que llegaste a casa, recién nacido y enfermo, y te puse sobre mi pecho para que durmieras sintiendo mis latidos. Desde entonces conmigo siempre dormías tranquilo, en paz, sabiendo que estabas con tu mejor amigo; yo velaba tu sueño y tú velabas el mío, y al menor de mis movimientos levantabas una oreja y me mirabas fijamente con tus ojos amables, hasta que me oías decir “estoy bien, no pasa nada”, y entonces suspirabas, echabas la cabeza sobre mis piernas y te volvías a dormir.”

En esta introducción, me sentí retratada. Se parece mucho a lo que nos ocurre a mi papá y a mí. Continuó leyéndome la historia, y a medida que avanzaba, yo también iba emocionándome, pero los perritos vemos de una forma algo diferente la vida y su fin. Para nosotros el tiempo no existe, no pensamos en el pasado, ni nos asusta el futuro. Vivimos cada momento como lo único que tenemos y ese instante lo vivimos intensamente, no tenemos pre-ocupaciones, nos ocupamos sólo del AHORA y en él damos todo lo que tenemos.

Cuando estamos cansados, descansamos tranquilamente, profundamente, cuando toca paseo disfrutamos de cada instante: oliendo, mirando, saludando a los amigos o indicando a otros que no nos gustan tanto. Estamos pendientes de lo que nuestros dueños necesitan y si nos apetece, nos hacernos los remolones si el paseo nos ha parecido corto. Nos arreglamos para volver por el camino más largo. Estamos siempre dispuestos a lo que nos pidan y no nos enfadamos si nos riñen. En cuanto terminan los reproches, lo damos por resuelto. Cuando llegue el día de que todo haya terminado, lo aceptaremos sin angustiarnos. Simplemente diremos: es la hora de dormir y descansar y lo aceptaremos.

Sé que mi papá vive esas cosas de una manera diferente, tardará mucho tiempo en olvidarme si termino mi vida con él. Me echará de menos, en cada momento pensará “Douce hacía esto y esto”, se despertará y encontrará la cama y el corazón vacíos, repasará cada uno de los momentos y sentirá nostalgia… Por eso le he soltado un latinajo que alguna vez vi que lo tenía por ahí escrito: ‘Carpe diem’. ¿Por qué no aprovechamos la lección y los dos ‘vivimos’ más intensamente los momentos que nos quedan para disfrutar juntos?

Ahora les dejo para que sigan leyendo la historia. Pulsen AQUÍ para terminar de leer la carta:(www.perspicalia.com/post/hasta-siempre-amigo) Es más emocionante que lo que yo he escrito.

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