¡Al habla!

INCOMUNICACIÓN COMUNICADA

Corría, o volaba, el año 1972, cuando un tal Martin Cooper llamaba en pleno Manhattan a no se sabe quién, quizá su socio Rudy Krolopp, a través de un ‘teléfono celular portátil’. El tal artefacto que bullía en la cabeza de ‘Marty’ tenía el tamaño de una caja de zapatos.

Poco a poco esos diabólicos chismes se fueron haciendo más pequeños y creciendo en usuarios hasta acercarse a los 4.000 millones de esos minúsculos aparatos, que dentro de algunos años podrán insertarse en el organismo humano para llevarlo puesto todo el día. ¡Dios, qué horror!

Lo curioso es que el padre de esta horrible criatura no utiliza un terminal que saque fotos, esté conectado a la Red, tenga politonos, almacene música, sirva para circular por las ciudades y no sé cuántas cosas más. Martin Cooper utiliza un Motorola, diseñado por su esposa, que sólo lo usa para hablar y recibir llamadas. Ni siquiera lo utiliza para enviar mensajes de texto en esa taquigrafía intraducible. El creador de este invento defiende el celular ‘ad hoc’ o ‘ad person’, es decir según las necesidades del usuario: “Lo interesante es que el móvil tenga personalidad, que se pueda elegir”. Gracias, señor Cooper, porque los náufragos sólo usamos estos chismes para hablar, poco, y recibir llamadas, menos. De la música, los juegos, las fotos y demás ringorangos pasamos.

Nunca hemos ‘comunicado’ tanto y nunca nos hemos entendido menos. Quizá sea que eso de ‘entendernos’, comprendernos, escucharnos, no va en proporción directa con los avances de la técnica. Una lástima que la ciencia vaya por delante de la evolución de las personas.