Bellas sensaciones, efímeras

...SI NO VIENE ALGUIEN Y LO JODE

Acabo de leer un texto que me ha producido una mezcla de lástima y al mismo tiempo de una indecible paz interior. Al leerlo, me sentía un poco retratado. Le he llamado ‘amigo’ porque así me apetece llamarle, aunque no lo conozco personalmente, pero sí por unas sensaciones que comparto.

Contaba que ayer se había levantado cansado, mecánicamente giró el dial de la radio y no hablaban más que de los puños de Rodiezno, de los incidentes de Pozuelo, de una operación equivocada a un niño . Podía haber añadido del rifi rafe del reciente 'aluvión' de prostitución callejera, como si esta legión de trabajadoras del oficio más antiguo del mundo, hubieran inundado de repente los mercados, los jardines y las calles.

Mi ‘amigo’ se sintió tan hastiado, que giró de nuevo el dial, hasta que sintonizó un canal de música. Enseguida identificó la melodía: ‘el adagio de la sonata número 5 en Fa menor para violín y clavicordio de Johann Sebastian Bach'. Aquella música le trasladó al puente de madera de Lucerna que atraviesa el lago de la ciudad suiza. Un día paseando por ese precioso puente cubierto, oyó esa melodía que salía de alguna iglesia cercana. Entró, se sentó en un banco del templo y se dejó inundar por aquel adagio. Durante 15 minutos le trasladó a una región inefable, pero real, que inundó su ánimo de una sensación indefinible. No era ningún éxtasis, pero se le parecía.

Por unos instantes sintió el mismo arrebato que le hizo elevarse por encima de esa rutina diaria que nos hastía y deprime. Sintió cómo puede convivir esa sensación de belleza que eleva nuestro ánimo con esta realidad ruin, miserable, sin imaginación, tosca, inane, repetitiva, que vemos o nos escupen desde las radios, las televisiones, los periódicos o con lo que nos codeamos cada día, en la calle, en casa o en el trabajo

El Náufrago también siente a veces esa belleza que nos llama, nos transforma y nos eleva, desde cualquier flor, desde cualquier árbol, desde el más diminuto de los animales, de la majestad imponente del cielo, de una sonrisa, de un libro, de un gesto, de unas palabras, de una melodía. Aunque tras ese ‘arrebato’, siempre está detrás de la oreja el viejo dicho:

"Hoy es un día precioso. Verás como viene algún cabrón y lo jode."

Comentarios

Sylvia Otero ha dicho que…
Que bien que escribís y transmitís tus sentimientos. Gracias por compartirlos y por compartir la música.

Beso,

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