En la librería

UN LIBRO PARA EL “VIAJE”

Estaba en la librería por casualidad. Había quedado con su hijo que ése sería el lugar de la cita. Por su parte, en aquel momento, no tenía intención de comprar ningún libro. Ya había varios esperando que se dignara terminarlos. Mientras su hijo rebuscaba los suyos, él miraba sin gran interés las distintas estanterías, se fijaba en los clientes, cogía con cierto desdén algunos. Se fijó en un álbum del viejo TBO, estuvo a punto de comprarlo y recordar viejos tiempos, en una edición del Principito en imágenes y algunos otros, pero desistió del primer impulso. Había demasiados ‘libros’ de ese estilo a los que pasado el primer impulso, buscaban ahora un sitio donde colocarlos…

Su hijo seguía mirando, ya tenía uno en la mano, pero seguía rebuscando. Aunque algo impaciente, no quiso ‘meterle prisa’ y siguió ‘observando'. Hasta hizo una fotografía de un rincón de la librería donde había una escalera que debería dar a un piso superior. Estuvo a punto de subir los peldaños y curiosear… Lo desechó, suponiendo que el ‘buscador de libros’ estaría a punto de terminar su búsqueda. De repente oyó un ruido. Alguien, sin querer, había rozado con el hombro algún libro que hizo que se desplomaran otros cuantos, con cierto estrépito. (Más tarde su hijo le dijo que por un momento pensó que era él, su padre, el impaciente, el que había sido el autor de esa pequeña debacle… “¿Esa fama tengo?",  - le preguntaría más tarde- con cierta molestia porque la fama de despistado le persiguiera…)

La espera se prolongaba. Entonces pensó que era cosa de que él también se interesara por alguno. No tenía en ese momento una preferencia por un autor o algún título. Estaba de viaje, de paso y quizá lo que le convendría sería un libro de no demasiadas páginas, de tamaño de bolsillo y fácilmente manejable. Como si le estuviera esperando, se fijó en uno. El título apenas le decía nada, pero le parecía cercano. No conocía tampoco al autor. Dio la vuelta al libro y leyó las reseñas. En una de ellas indicaba: “Se trata de un libro sencillo e intenso a la vez que nos lleva a reflexionar gracias a las profundas verdades que encierra. Además constituye un extraordinario testamento espiritual y una lección de vida para todos”.

Su hijo ya tenía en sus manos dos libros, por fin, había llegado el momento de salir. No puede decir a ciencia cierta por qué lo eligió, pero lo añadió a la cuenta. Aquella misma noche antes de dormir leyó las primeras páginas y enseguida le interesó. Al día siguiente, continuó leyéndolo. Era un libro sencillo y a la vez profundo, como decía la reseña, si se puede emplear esta palabra. Le había ‘enganchado’, quizá muy oportuno a estas alturas de la vida. Durante el viaje de vuelta terminó las doscientas páginas del libro, mientras el autocar recorría los campos de Castilla.

Es uno de esos relatos que uno lee, sin esperarlo, en el momento justo, y que sirve de lección magistral y de vida. Volverá a releer varios pasajes que subrayó y asistirá a las clases del título: “Martes con mi viejo profesor” y pensará en el autor, el ‘alumno’: Mitch Albom.

Comentarios

María ha dicho que…
¡¡AJaaaaaaa, de lo que se entera uno por aquí sin querer, mi querido JULIO!!

Así que el vídeo del otro día, no era por Machado, era por que atravesaste Castilla, para ir a ver a tu hijo :-)
Me ha hecho gracia eso de que te persigue la fama de despistado, tranquilo, ya somos dos:-) pero en le caso de mis hijos, es que no se cortan un pelo y van pregonando mis hazañas a la primera ocasión que se les presenta, no te preocupes, nosotros los despistados, tenemos un mundo mental mucho más ricos que el de los otros, por eso nos despistamos, nuestras neuronas siempre tienen mucho que hacer, para parase en detalles...

Leíste la reseña del libro, pero si hubieras leído el título, seguro que también lo hubieras cogido ¿no lo habrá escrito un alumno tuyo , verdad?:-)

Espero que tu visita, haya sido tan acertada y provechosa, como la elección de tu libro.


Muchos besos Julio & famlia :))
Douce ha dicho que…
Pues así es, Martía.

He pasado unos días en Salamanca. Es una ciudad a la que me ligan muchos lazos y de vez en cuando trato de que se actualicen. Es una relación viva que se va reforzando, no sólo por la ciudad, sino con personas que me son muy queridas.

Las imágenes de los campos de Castilla, las saqué desde el tren. Era, sobre todo, un ejercicio fotográfico y no tuve tiempo de acompañarlo de un texto que indicara el porqué de esas imágenes.

Lo del despiste es algo que no sólo mi hijo me recuerda de vez en cuando, hay más personas que me lo dicen. En parte es natural y en parte el paso de los años o que mi mente ande por mil vericuetos.

Sí me fije en el título, pero fueron las reseñas y los subtítulos los que me invitaron a comprarlo. Confieso que es un libro que me ha impresionado bastante y del que he aprendido muchas cosas. No sé si recomendarlo a otras personas, porque los gustos son muy personales. No son sólo los ‘gustos’, creo que hay libros que hacen más efecto cuando se ha llegado a cierta edad. En realidad, son las ‘lecciones de los martes’, donde un antiguo profesor al que le han diagnosticado una ELA (esclerosis lateral amiotrófica), es consciente que le quedan meses de vida y desde la cama da lecciones a uno de sus alumnos sobre la muerte, el amor, el miedo, la vejez, la codicia, el matrimonio, la familia, la sociedad, el perdón y una vida con sentido… Nada de ‘doctrinas’ ni sensiblerías, vivencias: “aprender a morir es aprender a vivir”. Habla desde la lucidez de un hombre que ve cómo se deteriora su cuerpo pero se mantiene lúcida su mente y sobre todo se conserva intacto su corazón.

Me he liado más de lo previsto. Pero no me arrepiento de haber expresado parte de lo que he sentido al leerlo.

Un abrazo cariñoso de todos los de la isla
María ha dicho que…
Gracias, por contármelo:-)

Lo mismo para todos...

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