¡Qué bello es vivir"

SUCEDIÓ EN UN PARKING

“Enestepaís”, otrora ‘sangre de Hispania fecunda, que dijo el poeta, cuando a un hispano le encasquetan una gorra de plato, le dotan de un pito o una porra, le colocan una placa oval en el pecho, le adornan con un uniforme, o le ponen un chaleco fluorescente, puedes echarte a temblar. Estos signos de poder son como una licencia para amonestar, reconvenir, amenazar, reprochar, reprender, apercibir y evacuar todos los rencores, frustraciones, decepciones, desengaños y demás miserias humanas que nos habitan en esta piel de toro . Alguien tiene que pagar el pato, si queremos sentirnos "Alguien".

Sucedió ayer. Un incauto, despistado, o simplemente no suficientemente bien informado, entró con su coche en un parking por un sitio equivocado. La deficiente información o su despiste le llevaron a la rampa de los usuarios habituales y cuando quiso darse cuenta, ya no podía remontar la rampa y entró con su vehículo por el sitio inadecuado. Con su propia responsabilidad de despistado se dirigió a la cabina, reino y solaz del encargado del parking, para darle cuenta de su error y  preguntarle cómo podría subsanarlo.

No es que el ‘delincuente’ esperara una felicitación, conociendo ya al personal y el terreno que pisamos, pero la reacción del “Encargado” fue la clásica que suele florecer por estos pagos. Salió de su guarida y empezó con un sermón, una letanía de reproches, admoniciones, desdenes, advertencias que se repetían cuando la ‘víctima’ trataba de explicar cómo se habían producido los hechos. Esa simple observación, no escuchada, renovaba la misma letanía con ligeros matices. La réplica encendía aún más el calor de su amonestación en la que parecía que le iba la vida. La víctima, el ‘culpable’ de tan craso error, le preguntaba una y otra vez qué debería de hacer en un caso tan ‘grave’… Si debía flagelarse, darse golpes de pecho, ponerse de rodillas, sacar su coche a cuestas, con costas…

En una iluminación de su mente, el macabro personaje llegó a sugerir si el ‘delincuente’ se había servido de esa treta: - “¿Qué es lo que quería, salir del parking sin pagar?"  El ‘amonestado’ se encendió a su vez y le sugirió que quizá podría ser él, el que fuera capaz de esas ‘audacias’.  En silencio ya, ambos se dirigieron al vehículo del delito. Con displicencia, el “Juez” indicó al 'acusado' cómo desandar los pasos, mientras él iría a su Real cabina y se dignaría levantar la valla del delito para que saliera de aquel túnel donde habitan todas las frustraciones.

¡Qué bello es vivir!

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