El Náufrago y su droga

¡GOOOOLLL!
Ayer el Náufrago se dio un chute de opio. Como lo oyen. Opio del pueblo, no el de Marx, ni de las religiones. De ‘furbo’ y de fútbol del bueno, o al menos de la lucha y del entusiasmo. Aguardó hasta el final como un ‘drogao’ y hasta gritó ¡goooooolll! – cosa poco frecuente en él- cuando un tal Llorente, una especie de torre Eiffel sobre el césped, incrustó el balón en la escuadra que protegía un tal Karmarskas, o así, capaz de cubrir él solo la portería con su nombre.

Anoche necesitaba un chute de fútbol. Necesitaba olvidar que vivía en “Estepaís”, porque si miraba alrededor, no veía más que miserias verbales, verborreas pseudo feministas, señoritas, señoritos, trinis y tomases, entrecejos agazapados, desconcierto, incertidumbres, como si una espesa oscuridad cubriera nuestros cielos.

Tuerto de "los seus ollos", sólo veía una luz encendida sobre un rectángulo verde, por donde corrían unos hombres vestidos de rojo que iban, venían, driblaban, lanzaban testarazos, mientras una masa enfebrecida, cantaba, saltaba, cubría el cielo de nombres… Y se sumó, él, el comedido, se ponía nervioso, se entusiasmaba, descendía su euforia cuando los hombres del norte empataban y de nuevo resucitaba al ver que los ‘pequeños’ se crecían, engañaban al contrario, centraban…. Y ¡goooooll! de nuevo.

No había duda: el 'opio’ había hecho su efecto. Quien no se consuela...

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