Florido pensil
REFLEXIONES MATUTINAS
Supongan que el ‘paciente’ impaciente se fija en su diploma universitario y le llama la atención el logotipo que resume la ‘filosofía’ del Centro. Lee el lema que le recuerda el adagio latino: “Bonum est difffusivum sui” (El bien se difunde por sí mismo). Y él reflexiona. ¿No es cierto que las personas valiosas nos contagian su manera de ser? Y él se pregunta: “¿El egoísmo, la mala leche, el nerviosismo, la irritabilidad, la intolerancia… no son también “difusivum sui?”. Miren alrededor y decidan
-Náufrago: ¿Tú, qué difundes? (No es necesario que contesten, ni siquiera 'después de la publicidad') Que se conteste él.
Supongamos, o si prefieren, no lo supongan, que el Náufrago tiene que acudir a un fisioterapeuta para que le arregle un poco su maquinaria algo oxidada. Normal. Imagínenle en la sala de espera, curioso, repasando el curriculum del joven ‘fisio’ que aparece en la pared donde una docena de cuadros, muestra los diplomas con todos sus títulos, cursos, cursillos, simposios y demás andanzas de su joven vida.
Supongan que el ‘paciente’ impaciente se fija en su diploma universitario y le llama la atención el logotipo que resume la ‘filosofía’ del Centro. Lee el lema que le recuerda el adagio latino: “Bonum est difffusivum sui” (El bien se difunde por sí mismo). Y él reflexiona. ¿No es cierto que las personas valiosas nos contagian su manera de ser? Y él se pregunta: “¿El egoísmo, la mala leche, el nerviosismo, la irritabilidad, la intolerancia… no son también “difusivum sui?”. Miren alrededor y decidan
-Náufrago: ¿Tú, qué difundes? (No es necesario que contesten, ni siquiera 'después de la publicidad') Que se conteste él.
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