De la luna de Valencia ...
...AL AGUA DE VALENCIA
El Náufrago, a veces, tiene encuentros inesperados. Algo que le ocurre a todo el mundo. Hoy, pasado el mediodía, cuando ya se recogía después de baños y otros quehaceres, se encontró con un amigo que podríamos llamarlo algo ‘rarete’, diferente, pero vamos a llamarlo `peculiar’ que lo deja como abstracto y cada cual lo puede asociar a cualquiera de sus interpretaciones porque el diccionario es muy parco: "propio o privativo de cada persona o cosa”. Así que interprétenlo como quieran.
Al buen hombre, mi amigo, se le notaba contento, eufórico, a pesar de no ser aún las dos de la tarde. Este ente ‘peculiar’, hace sus fiestas cuando le peta. No espera a la noche y al barullo, para hacer su ‘peculiar’ festejo. Resumiendo, por lo que me contaba, después de darse un baño en 'su' playa’, una birria encantadora de cala, se acercó al espacio ferial que le quedaba muy cerca. Repasó visualmente las ‘Casetas autonómicas’ a las que se ha invitado a la feria local. Allí estaban, me dijo, en unas casetas en forma de jaima, una representación de las más destacadas Autonomías nacionales, antiguas ‘regiones’, mostrando sus especialidades gastronómicas. No cabe duda, según mi amigo, que la ‘gastronomía’ es una de las maneras más importantes de describir el alma de un pueblo.Dime cómo comes y bebes, y te diré cómo eres. Un refrán que él se ha inventado.
Según me indicó mi amigo, ‘el peculiar’, era aproximadamente la una de la tarde, y apenas había clientes ante los mostradores o mesas adyacentes. Algunas estaban empezando a funcionar, otras como las de Castilla la Mancha ya tenía preparados sus bocatas de jamón, sus quesos , sus vinos de la tierra y demás atractivos manchegos, entre otros, la sencillez de sus jóvenes camareros. Allí se tomó un vino de Valdepeñas, un bocadillo y un pinchito de queso de la casa que le regalaron.
Al parecer , unos más , otros menos , ya tenían expuestos sobre los mostradores, sus tapas, platos, raciones con sus especialidades regionales, que según él tienen más sabor gastronómico que el político de ‘autonómico’. Pero ese aspecto dejémoslo de lado, me aconsejó, que estamos hablando del manduque y del gusto, cosas ellas muy serias. Se dio una vuelta a las jaimas, para ver cómo cada cual iba preparando la jornada, y vio entre las que recuerda, la de Castilla-León, la Valenciana, la Gallega, la Asturiana, la Aragonesa, la Andaluza, la Riojana, la citada de la Mancha , la de Cantabria, y alguna más que quizá no recuerdaba. Lo que sí notó es que no había butifarras, ni bacalao al pil-pil. Observación puntillosa de mi amigo ‘el peculiar’.
Visto el panorama, y según estuvieran las ‘cocinas’ y lo que ofrecían, se arrimó a la caseta gallega y a falta todavía, dado lo temprano de la hora, del pulpo a la gallega, pidió un albariño y una empanada muy galaica. Bien. Me dijo que volverá en momento más adecuado si sus costumbres se lo permiten. Para terminar ya este primer contacto con la gastronomía nacional, recaló en Valencia y sus regiones. Olía a mediterráneo, había horchatas, tartas, pinchos y especialidades de la tierra. Ofrecían un cava y un ‘Agua de Valencia’ que olían a fresco. Mi amigo que frecuentemente está ‘a la luna de Valencia’, con su ignorancia a cuestas también, preguntó, ingenuo él, aunque con cierta retranca, la diferencia que había entre la ‘Luna y el agua de Valencia’. La joven que le atendía con su sonrisa mediterránea, no se cortó, y enseguida le ofreció la diferencia. Sin más palabras, fue al mezclador donde se elaboraba la tal Agua que nada tenía que ver con la de Solares, y le sirvió un vaso.
Allí se encontró con su tarta hojaldrada de bonito y una auténtica ‘Agua de Valencia”: con su zumo de naranja, su rocío de cava, vodka y ginebra, azúcar blanca, hielo y dos rodajas de naranja para completar el 'cocktail acuático’. Cuando hablé con mi amigo, que también volvía hacia su casa, se le notaba en su euforia y su locuacidad que no se había pasado el mediodía a la Luna de Valencia, precisamente. Así le dejé. Al parecer no sabía exactamente si estaba soñando o despierto.
El Náufrago, a veces, tiene encuentros inesperados. Algo que le ocurre a todo el mundo. Hoy, pasado el mediodía, cuando ya se recogía después de baños y otros quehaceres, se encontró con un amigo que podríamos llamarlo algo ‘rarete’, diferente, pero vamos a llamarlo `peculiar’ que lo deja como abstracto y cada cual lo puede asociar a cualquiera de sus interpretaciones porque el diccionario es muy parco: "propio o privativo de cada persona o cosa”. Así que interprétenlo como quieran.Al buen hombre, mi amigo, se le notaba contento, eufórico, a pesar de no ser aún las dos de la tarde. Este ente ‘peculiar’, hace sus fiestas cuando le peta. No espera a la noche y al barullo, para hacer su ‘peculiar’ festejo. Resumiendo, por lo que me contaba, después de darse un baño en 'su' playa’, una birria encantadora de cala, se acercó al espacio ferial que le quedaba muy cerca. Repasó visualmente las ‘Casetas autonómicas’ a las que se ha invitado a la feria local. Allí estaban, me dijo, en unas casetas en forma de jaima, una representación de las más destacadas Autonomías nacionales, antiguas ‘regiones’, mostrando sus especialidades gastronómicas. No cabe duda, según mi amigo, que la ‘gastronomía’ es una de las maneras más importantes de describir el alma de un pueblo.Dime cómo comes y bebes, y te diré cómo eres. Un refrán que él se ha inventado.
Según me indicó mi amigo, ‘el peculiar’, era aproximadamente la una de la tarde, y apenas había clientes ante los mostradores o mesas adyacentes. Algunas estaban empezando a funcionar, otras como las de Castilla la Mancha ya tenía preparados sus bocatas de jamón, sus quesos , sus vinos de la tierra y demás atractivos manchegos, entre otros, la sencillez de sus jóvenes camareros. Allí se tomó un vino de Valdepeñas, un bocadillo y un pinchito de queso de la casa que le regalaron.
Al parecer , unos más , otros menos , ya tenían expuestos sobre los mostradores, sus tapas, platos, raciones con sus especialidades regionales, que según él tienen más sabor gastronómico que el político de ‘autonómico’. Pero ese aspecto dejémoslo de lado, me aconsejó, que estamos hablando del manduque y del gusto, cosas ellas muy serias. Se dio una vuelta a las jaimas, para ver cómo cada cual iba preparando la jornada, y vio entre las que recuerda, la de Castilla-León, la Valenciana, la Gallega, la Asturiana, la Aragonesa, la Andaluza, la Riojana, la citada de la Mancha , la de Cantabria, y alguna más que quizá no recuerdaba. Lo que sí notó es que no había butifarras, ni bacalao al pil-pil. Observación puntillosa de mi amigo ‘el peculiar’.
Visto el panorama, y según estuvieran las ‘cocinas’ y lo que ofrecían, se arrimó a la caseta gallega y a falta todavía, dado lo temprano de la hora, del pulpo a la gallega, pidió un albariño y una empanada muy galaica. Bien. Me dijo que volverá en momento más adecuado si sus costumbres se lo permiten. Para terminar ya este primer contacto con la gastronomía nacional, recaló en Valencia y sus regiones. Olía a mediterráneo, había horchatas, tartas, pinchos y especialidades de la tierra. Ofrecían un cava y un ‘Agua de Valencia’ que olían a fresco. Mi amigo que frecuentemente está ‘a la luna de Valencia’, con su ignorancia a cuestas también, preguntó, ingenuo él, aunque con cierta retranca, la diferencia que había entre la ‘Luna y el agua de Valencia’. La joven que le atendía con su sonrisa mediterránea, no se cortó, y enseguida le ofreció la diferencia. Sin más palabras, fue al mezclador donde se elaboraba la tal Agua que nada tenía que ver con la de Solares, y le sirvió un vaso.
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