Carta abierta

ESTIMATS VEÏNS CATALANS ,

Ego terras omnis tamquam meas videbo,
meas tamquam omnium.
Lucio Anneo Seneca

Este comentario está escrito más desde la emoción que desde la razón, porque si así fuera, entonces sería algo más equilibrado. Pero hoy no busco el equilibrio racional, sino que voy a dar rienda suelta a la emoción y al sentimiento. Al fin y al cabo, así se está viviendo y simplificando nuestra realidad, desde ambas partes.

Las ‘sensaciones’ que están en el aire y desde las que nos ‘interpelamos’ mutuamente, porque esto no es conversar, proclaman, no sé si por ‘muchos’ o unos pocos, que estáis ‘hartos’ de nosotros. Pongo entre ‘nosotros’, aunque no coincida del todo, con muchos de esos ‘nosotros’, pero tengo que escoger algún lado. Personalmente considero que estas discordancias nos simplifican como seres humanos. Pero, al parecer, las historias cuentan que somos así los humanos. Necesitamos nuestra tribu, nuestro grupo, los ‘nuestros’, para sentirnos Uno, sentirnos algo. Nos cuesta convivir con lo ‘distinto’, aceptar mutuamente nuestras diferencias.

Aunque esta historia, viene de más lejos, ha aflorado con más fuerza a medida que nos sentíamos más libres en estos últimos años, llamados democráticos. A medida que avanzábamos en libertades, han crecido las ansias de actuar como hicieron los de antaño. A fuerza de leyes, prohibiciones solapadas, recorte de libertades de los que no piensan y sienten como ‘nosotros’, se ha tratado de imponer la ‘identidad’ a los que no la sienten tan dentro. Ha surgido un término que personalmente no me gusta nada: ‘identitario’. Un vocablo que tenía un valor adjetival, se ha convertido en nombre común. Ese nombre fue creado por la Nueva Derecha del “Bloc Identitaire Français”. No soy muy partidario de ese vocablo porque lo asocio, quizá equivocadamente, a otras ‘identidades’.

No tengo nada contra la ‘identidad’ catalana, pero sí la siento cuando se torna excluyente, incompatible, desdeñosa. Cuando proclama adjetivos y acciones contra los ‘otros’, a los que no son como 'nosaltres', los que ponen cortapisas a nuestras ambiciones, cuando les acusamos de lo que 'nosaltres mateixos' cometemos.

Hasta hace poco, no tenía ningún problema con Cataluña. Admiro su historia, su patrimonio, me gusta su idioma, como otros muchos, viví temporadas, admiré sus costumbres. Todo, menos sus ‘exclusiones’, que entonces no sentía y ahora sí siento. Ahora no vivo allí, pero lo que veo, siento, compruebo no me produce buenas sensaciones. Personalmente no tendría ningún problema en que esa ‘Nación’, fuera también un Estado, con su ejército, sus relaciones diplomáticas, su mercado, con todo lo que ello suponga. Tal y como van desarrollándose los acontecimientos, es relativamente fácil. Si hay una mayoría que lo quiere, los políticos, principales artífices y vehículos de transmisión desde sus propios intereses, podrían proclamarlo ya y no pasaría nada. Otras ‘naciones’ con mucho menos peso lo han logrado y han sido reconocidos por la ONU.

Lo que me afecta emocionalmente es este interminable tejemaneje de Estatuts, de que hasta los toros sean causa de divisiones y el eterno tira y afloja. Si ambas partes estamos ‘hartos’, los unos de los otros, lo mejor es que nos digamos adiós mutuamente. Quizá, entonces, sepamos mejor lo que ambas partes valemos. Al fin y al cabo, con unas costumbres u otras, con unas formas de ser, unas tradiciones, una lengua u otra, todos somos, sólo, seres humanos. Es lo único que nos define, no nuestra ‘tierra’. ¿Es que es ‘nuestra'? Leamos la sentencia del filósofo cordobés: "Veré todas las tierras como si fueran mías, y las mías como si fueran de todos". Han transcurrido 2.000 años.