Mientras ella descansa
LECCIÓN DE VIDA
Está aquí, a mi lado, como tantas veces, mientras ‘sube a la Red’ una de las presentaciones que habla de ellos. Esta hecha un ovillo, algunas mechas de su pelo cubren un poco sus ojos y me mira a través de ellos. Su mirada es serena, confiada, cercana, disponible, como si con ella hablara: “Estoy aquí, descansando; si me necesitas no tienes más que poner tu mano en mi nuca y empezaremos, una vez más, nuestro diálogo sin palabras…” El lenguaje de las caricias y los arrumacos que se prolongarían indefinidamente si por ella fuera.
Poco a poco el sueño va cerrando un poco sus párpados en una atenta duermevela. Siempre disponible, siempre dispuesta a dar un salto y hacer mil zalamerías si de dar un paseo se trata. El sueño, el juego, los paseos, la comida, son todos sus caprichos. Con ellos llena su vida, sin reclamar más cuidados. Bueno, sí, necesita mil mimos, pero ni una protesta si se le dice: ¡basta! Es la complacencia hecha carne, la obediencia a cuatro patas, la aceptación total de lo que le quieran darle, sin un mal gesto. Es el mejor sedante, la compañía más fiel, la menos exigente, la aceptación más absoluta de lo que la vida quiera regalarle.
Sigue aquí a mi lado. Ha cambiado su postura, respira profunda y tranquilamente en su abandono confiado. No exige nada a la vida. ¿No es esto una lección de vida? ¿No es la mejor de las filosofías existenciales? Sólo mirarla vale por todos los tratados.
Está aquí, a mi lado, como tantas veces, mientras ‘sube a la Red’ una de las presentaciones que habla de ellos. Esta hecha un ovillo, algunas mechas de su pelo cubren un poco sus ojos y me mira a través de ellos. Su mirada es serena, confiada, cercana, disponible, como si con ella hablara: “Estoy aquí, descansando; si me necesitas no tienes más que poner tu mano en mi nuca y empezaremos, una vez más, nuestro diálogo sin palabras…” El lenguaje de las caricias y los arrumacos que se prolongarían indefinidamente si por ella fuera.
Poco a poco el sueño va cerrando un poco sus párpados en una atenta duermevela. Siempre disponible, siempre dispuesta a dar un salto y hacer mil zalamerías si de dar un paseo se trata. El sueño, el juego, los paseos, la comida, son todos sus caprichos. Con ellos llena su vida, sin reclamar más cuidados. Bueno, sí, necesita mil mimos, pero ni una protesta si se le dice: ¡basta! Es la complacencia hecha carne, la obediencia a cuatro patas, la aceptación total de lo que le quieran darle, sin un mal gesto. Es el mejor sedante, la compañía más fiel, la menos exigente, la aceptación más absoluta de lo que la vida quiera regalarle.
Sigue aquí a mi lado. Ha cambiado su postura, respira profunda y tranquilamente en su abandono confiado. No exige nada a la vida. ¿No es esto una lección de vida? ¿No es la mejor de las filosofías existenciales? Sólo mirarla vale por todos los tratados.
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