Carta abierta
AL SEÑOR RODRÍGUEZ ZAPATERO
Señor D. José Luis Rodríguez Zapatero,
Soy un ciudadano más, perdido entre lo millones de españoles de a pié. Para empezar, debo confesarle que no me siento entre sus adeptos, aunque le respete como Presidente de mi Gobierno. Si le apetece puede ya clasificarme, es algo muy nuestro, pero le anticipo que tampoco me satisfacen los otros. Hubo un tiempo en que quería pertenecer a los unos o a los otros. Desilusionado, decidí ser miembro único de mi partido. Pero eso no importa demasiado. Si le escribo a usted es porque en la hora presente es el que tiene la sartén por el mango y, la verdad, no me gusta lo que usted está friendo.
Tengo la impresión, sólo puedo hablar de mis impresiones, mis conocimientos socio-políticos no son muy amplios, que la gobernación de este país llamado España, anda un poco sin rumbo en lo político y mucho más en el aspecto económico. Me dirá, que eso también ocurre en otros sitios, pero creo que lo nuestro es más grave porque a lo económico, que es muy grave, se añade el desconcierto sobre lo que somos o lo que podemos ser. Se necesitan remedios duros, claros, sin paños calientes, apretando las clavijas a los verdaderos autores de la crisis, para los que sólo la padecemos, podamos arrimar el hombro. Pero por desgracia los paganos siempre son los mismos. Y digo son, y no, ‘somos’, porque a pesar de ser un jubilado con hijos en casa que tiene dificultades para llegar a fin de mes, me siento un privilegiado si me comparo con los muchos millones de españoles que están muchísimo peor que yo.
Debo reconocer, sin embargo, su gran habilidad de encantador de serpientes, una especie de flautista de Hamelín al que muchos, bastantes ratones, siguen, hipnotizados por su música de encanto, sus bellas palabras, sus ‘buenas’ intenciones y su eterna sonrisa de plástico. Reconozco también su maestría en dar vueltas a las cosas hasta hacer creíble su mundo Alicia. Le felicito, pero le temo con su magia.
Por más que hable de “Memoria histórica” y talante conciliador, sigue pareciéndome exclusivamente ‘partidista’ y que ha contribuido, en alguna manera, a crear más ‘rencor histórico’ que la ‘posible intención’ de unión y comprensión de unos con los otros de esta España históricamente cainita, de buenos y malos, de rojos y azules y nacionalistas en ambos sentidos. Debo reconocer que no somos fáciles de gobernar y que con nosotros hay que tener mucho tacto, más que talante, vocablo cuyo significado ha quedado borrado desde que usted lo manejó. El hecho es que la supuesta ‘España global’ está más dividida que nunca en los treinta y tantos años de democracia oficial.
Le confieso mi pesimismo, pero no le conceda demasiada importancia, como le decía no son más que impresiones personales. De todos modos, y para no resultar demasiado pesado, le deseo toda la suerte del mundo por la cuenta que nos tiene. Digo suerte y no acierto, porque no acaba de convencerme su 'hoja de ruta'.
Siento decirle que, si soy sincero, no pueda despedirle con un ‘suyo, afectísimo’, porque no lo siento. Permítame que le diga adiós, hasta siempre, con un:
‘Mis respetos’
Julio Nieto (alias, 'El Náufrago')
Señor D. José Luis Rodríguez Zapatero,
Soy un ciudadano más, perdido entre lo millones de españoles de a pié. Para empezar, debo confesarle que no me siento entre sus adeptos, aunque le respete como Presidente de mi Gobierno. Si le apetece puede ya clasificarme, es algo muy nuestro, pero le anticipo que tampoco me satisfacen los otros. Hubo un tiempo en que quería pertenecer a los unos o a los otros. Desilusionado, decidí ser miembro único de mi partido. Pero eso no importa demasiado. Si le escribo a usted es porque en la hora presente es el que tiene la sartén por el mango y, la verdad, no me gusta lo que usted está friendo.
Tengo la impresión, sólo puedo hablar de mis impresiones, mis conocimientos socio-políticos no son muy amplios, que la gobernación de este país llamado España, anda un poco sin rumbo en lo político y mucho más en el aspecto económico. Me dirá, que eso también ocurre en otros sitios, pero creo que lo nuestro es más grave porque a lo económico, que es muy grave, se añade el desconcierto sobre lo que somos o lo que podemos ser. Se necesitan remedios duros, claros, sin paños calientes, apretando las clavijas a los verdaderos autores de la crisis, para los que sólo la padecemos, podamos arrimar el hombro. Pero por desgracia los paganos siempre son los mismos. Y digo son, y no, ‘somos’, porque a pesar de ser un jubilado con hijos en casa que tiene dificultades para llegar a fin de mes, me siento un privilegiado si me comparo con los muchos millones de españoles que están muchísimo peor que yo.
Debo reconocer, sin embargo, su gran habilidad de encantador de serpientes, una especie de flautista de Hamelín al que muchos, bastantes ratones, siguen, hipnotizados por su música de encanto, sus bellas palabras, sus ‘buenas’ intenciones y su eterna sonrisa de plástico. Reconozco también su maestría en dar vueltas a las cosas hasta hacer creíble su mundo Alicia. Le felicito, pero le temo con su magia.
Por más que hable de “Memoria histórica” y talante conciliador, sigue pareciéndome exclusivamente ‘partidista’ y que ha contribuido, en alguna manera, a crear más ‘rencor histórico’ que la ‘posible intención’ de unión y comprensión de unos con los otros de esta España históricamente cainita, de buenos y malos, de rojos y azules y nacionalistas en ambos sentidos. Debo reconocer que no somos fáciles de gobernar y que con nosotros hay que tener mucho tacto, más que talante, vocablo cuyo significado ha quedado borrado desde que usted lo manejó. El hecho es que la supuesta ‘España global’ está más dividida que nunca en los treinta y tantos años de democracia oficial.
Le confieso mi pesimismo, pero no le conceda demasiada importancia, como le decía no son más que impresiones personales. De todos modos, y para no resultar demasiado pesado, le deseo toda la suerte del mundo por la cuenta que nos tiene. Digo suerte y no acierto, porque no acaba de convencerme su 'hoja de ruta'.
Siento decirle que, si soy sincero, no pueda despedirle con un ‘suyo, afectísimo’, porque no lo siento. Permítame que le diga adiós, hasta siempre, con un:
‘Mis respetos’
Julio Nieto (alias, 'El Náufrago')
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"Silent enim leges inter arma"