Idus de Marzo

Si morir fuera sólo ‘desaparecer’ de la rutina de los días, irse poco a poco perdiendo en los desvanes del olvido, primero de la memoria frágil de los más lejanos, luego ir quedando en un rincón del alma de los más queridos... Si la muerte fuera algo parecido a eso, no conozco muertos más ‘muertos’ que los que saltaron por los aires el 11 de marzo de 2004. Por paradójico que parezca así me parece que ha sido, por mucho que hablen de lo que ocurrió aquel fatídico día.

Desde el primer momento en que se conoció la catástrofe los políticos principalmente, los medios de ‘comunicación’(?) apoyándoles se olvidaron de las víctimas par centrarse en los posibles autores de aquella masacre que había segado 192 vidas. Las víctimas quedaron al cuidado de policías, médicos, enfermeras, psicólogos, voluntarios que iban y venían y no tenían manos suficientes para contener tanto dolor y tanta sangre. Para ellos sí fueron las ‘víctimas’. Los buitres que sobrevolaban las estaciones se preocuparon desde el primer momento del provecho político que podían sacar de tanta desgracia . Sus ‘equipos de urgencia’, estaban preocupados sobre todo en estrategias, en llamadas telefónicas, en recoger datos no para ayudar a las víctimas y dejar un momento de lado sus intereses. Lo que a ellos de verdad les interesaba era cómo manipular adecuadamente los hechos y los datos para servirse fríamente de la muerte.

Puede parecer duro, pero fue así. Lo que preocupaba realmente era sacar provecho de aquellos tres días, saltándose todas las barreras de la piedad, del respeto, de la decencia.
Los despachos, los teléfonos, las idas y venidas, las reuniones, más llamadas telefónicas, más contactos con la prensa, más reuniones, más preguntas... Una carrera loca. ¿Los muertos? ¿Sus familias? Ah, ¿pero ha habido muertos? Ya nos ocuparemos de ellos, se les recompensará generosamente, se harán monumentos, nos haremos fotografías. Los homenajes, luego. Hay cosas más urgentes.

Y así llevamos tres años, sin tiempo aún para ocuparnos de verdad por los muertos que murieron ese día y los que llevan malviviendo tres años. Una muerte aplazada, probablemente menos vida, de operación en operación , de consulta en consulta. Miles de vidas rotas, deterioradas, tratando de sacar coraje allá dónde se encuentre.

Una pequeña muestra no más . Siempre hay alguien preocupado por hacer su voz dolorida.

"...También sobre Elías González Roque, 30 años, 176 centímetros, gafas de miope y modos pausados. Por ejemplo, que es un número en el inventario. Por ejemplo, que su billete no incluía el regreso. Qué nadie le diga a su mujer, Ana Cristina López (32), que ahora es una viuda. “Duermo con él, está conmigo. Me toca, me abraza, me hace cosquillas. Me dice: ‘Ana, cariño, lucha, lo vas a superar y yo te ayudaré’. Me lo dice constantemente”. Que nadie afirme que Elías ya no está: “Su presencia física no está, claro que no, y la extrañaré toda la vida, pero su alma está aquí, la siento a mi lado”.

Fuente: 20Minutos



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