El 'talón de Aquiles' del rey

CUANDO NO HAY DISTANCIAS

La edad pasa sus cuentas y a don Juan Carlos se la está pasando una tras otra. Esto de ser rey es una puñeta, entre las muchas ventajas que las gentes envidiosas le conceden. Pero dejemos ese tema y volvamos a las puñetas. Cuando se es rey, la vida, que a veces es una jodida, no respeta ni a dioses, ni a papas, ni a reyes y empieza a pasar facturas que no hay quien la pare. El Rey lleva una buena racha y lo malo no son las ‘rachas’ lo peor es todas las leyendas que se forman en torno a cada una. Los hay que se preocupan por distintos motivos, y los hay -digámoslo sin tapujos- tan ‘humanos’, que lo celebrarían si las diña. Pero lo que al Náufrago le ha acercado al paciente es que siguen algunas pistas comunes que no es hora de contar aquí.

Aquiles
La ‘desventaja’ que tiene ser rey, entre esas otras ‘ventajas’, es que si estás operado de la pierna o la rodilla no puedes pasar la convalecencia tranquilamente en casa sin que te molesten y tienes que acompañar a papas, embajadores, ministros y ministras, asistir a inauguraciones, entregas de premios, cenas conmemorativas, reuniones, audiencias y mil mandangas. Así, aunque que tengas las muletas más ‘cibernéticas’ del mundo te tuerces el tobillo y zas se jode el tendón de Aquiles. También le ocurrió al ‘de los pies ligeros’ le falló ese tendón que va del calcáneo a la pantorrilla a pesar de que la diosa Tetis intentara hacerlo inmortal sumergiéndolo en la laguna Estigia. Al parecer el descuido fue de la madre que para sumergirlo en las aguas del lago le sostuvo por el talón derecho de modo que su cuerpo quedó vulnerable y sería Paris ayudado por el dios Apolo quien le clavara la flecha envenenada en su tendón vulnerable. Y es que este talón se las trae, que se lo digan al Rey.

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