El hombre al que no paralizó el ELA

 HISTORIAS PARALELAS

Ignacio Delgado Beltrami

La mayoría de las noticias (nouvelles) que nos brindan a diario los medios tienen los días contados, envejecen enseguida y de las que permanecen , de tanto repetidas acaban por perder su condición de ‘noticia’. De todas las que ojeó el Náufrago esta mañana sólo una retuvo de verdad su atención y tras leerla pensó que no sería pasajera, que le seguiría marcando.

Hace un año, o algo más, durante un viaje de recreo, entró en una librería y escogió un libro de bolsillo que pudiera servirle de lectura a la vuelta. Lo escogió un poco al azar pero tenía sus reclamos: en primer lugar no era grueso, un poco más de doscientas páginas, era manejable y tenía un título que le atrajo: “Martes con mi viejo profesor”. Se suponía que se trataba de pequeños capítulos de una historia y lo de ‘viejo profesor’ tenía un tono simpático y cercano que le sedujo. Miró también algunas reseñas, el índice y le dio el visto bueno. Una de las reseñas rezaba: “Se trata de un libro sencillo e intenso a la vez, que nos lleva a reflexionar gracias a las profundas verdades que encierra”. Todas esas referencias eran para él suficiente garantía.

Y así fue, casi tuvo tiempo de leerlo en las cinco horas largas que duró el viaje. Le atrajo tanto que al llegar a casa terminó de leerlo. La historia es sencilla pero ‘profunda’ como rezaba la reseña. El ‘viejo profesor’, Morrie, catedrático de Sociología había contraído una de las enfermedades más duras, el ELA, (esclerosis lateral amiotrófica) de la que se desconoce casi todo y que va matando poco a poco pero deja la capacidad de ‘vivirla’ con toda la lucidez y conciencia. La del profesor que todos los martes seguiría aprendiendo y enseñando conversaría con su alumno Mitch estaba más lúcida que nunca. Aprendiendo y enseñando sobre materias que sólo había esbozado desde la ‘teoría’ y ahora estaba viviendo: La muerte, el Miedo, la Vejez, la Familia, la Sociedad, el Perdón, el sentido de la Vida, eran las ‘materias’ sobre las que conversaban alumno y profesor, en aquel despacho convertido en habitación de enfermo con vistas a un jardín. Así durante varios meses hasta el martes que sería la última ‘clase' y el último adiós.
- Te… quiero – dijo con voz ronca
- Yo también te quiero, ‘Entrenador’
- Sé que me quieres…, sé… otra cosa…
- ¿Qué otra cosa sabes?
- Que siempre… me has querido…
- ¿De acuerdo, entonces? – dije retirándome
- De acuerdo, entonces –susurró
Hoy, leyendo el obituario que venía en el periódico le hizo recordar a Morrie y Mitch y sus conversaciones que ha repasado varias veces. La frase que repetía el profesor era “Aprende a morir y aprenderás a vivir”. Algo de eso ha sentido el Náufrago al leer el obituario y ver parte de “El tercer acto” que Ignacio Delgado Beltrami, 37 años  quiso que se le grabara para poder decir a gritos: “«No se investiga. Se limitan a darnos un diagnóstico terminal, pero no a tratar de mejorar nuestra existencia»

NOTA:  "El tercer acto"  es el título del vídeo que quiso grabar como un grito para que se haga algo sobre esta enfermedad asesina. El Náufrago lo ha visto, aunque no terminó de verlo. Deja a cada cual que elija verlo o no verlo

Comentarios

Lúa ha dicho que…
Muchas gracias Douce, me ha gustado mucho el vídeo.

El coraje que demuestra Ignacio es admirable, y demuestra con su valentía que hay que abrir los ojos y atreverse a denunciar como sea, los hechos que atentan contra el individuo y la sociedad. Nada es lo que parece.

La industria farmacéutica es un gran negocio, prefiere crear enfermos crónicos a curar enfermedades, es más rentable.

Os dejo un enlace interesante sobre el tema, merece la pena verlo:

http://teatrevesadespertar.wordpress.com/category/salud/farmafia/

Muchas carantoñas para tí, Douce.

¡Miauuuuuuuuuuuuuuuu!
Douce ha dicho que…
Pues mira Lúa, cuando yo veo todas las cosas que los hombres tienen: manos, pies, ojos, una cabeza que, ‘aparentemente’ es más sofistcada que la nuestra y lo poco y lo mal que la utilizan, me alegro de ser como nosotros somos. No saben utilizar su cabeza, todo lo embarullan, todo lo mezclan, miran para atrás cuando no deben, se adelantan cuando no ha llegado el tiempo y se olvidan de vivir el momento rico que tienen delante.

Cuando veo a mi papá que se preocupa por lo que no debiera, que en lugar de vivir el momento del que yo estoy disfrutando simplemente oliendo, paseando, sin preocuparme de qué voy hacer mañana o dentro de diez minutos, me da rabia que no sepa vivir como lo hago yo. Vivo sin pre-ocupación ninguna, descanso, ladro, me revuelco, miro, huelo, no me quejo de nada… Son trece años que los he disfrutado a tope y veo que él despilfarra muchos momentos…

He visto a ese señor, tocar la guitarra con sus pies, conducir con sus pies, ser feliz a pesar de no tener brazos y dando ánimos a todos los que le rodean, me dan ganas de besarle y decirle también “ ¡Guauuuu, tío!

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