Mi sonrisa, tu indiferencia
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Ayer, leyendo una carta de una lectora de un suplemento dominical, la autora explicaba, entre el desánimo y la impotencia, su caso. Había acudido a Bienestar Social, a última hora, a solicitar su tarjeta de discapacidad. Es sorda y ruega que le hablen despacio para poder leer los labios. La ‘interlocutora’ ni la mira, coge el papel y teclea en el ordenador. Hace un comentario que la demandante no puede entender porque no puede ver sus labios, a pesar de poner la barbilla sobre el mostrador por si así puede leer su bisbiseo. La empleada la aparta con la mano. Toda ella empieza a sentirse mal. “El que no la oiga por ser sorda es algo que no puedo remediar y no estaría mal un poco de consideración y educación”. La frase que le sale de sopetón, suena como un reclamo cargado de impotencia e indignación. Por fin, la interpelada accede a levantar la cabeza y mirarla. Sólo la ‘víctima’ sabe el sobreesfuerzo tanto físico, mental y emocional que supone para ella cada día, este ejercicio para poder relacionarse.
Ella suele servirse de la mejor sonrisa cuando debe relacionarse. Sólo pide poder leer los labios para poder comunicarse. Al final, le han devuelto media sonrisa. Aún así: “Estoy cansada, muy cansada”, confiesa. Todo el esfuerzo ha sido suyo y desde el fondo de ella misma se pregunta:"¿Hasta cuándo?”.
Comentarios
Me viene al pelo vuestra entrada, para desearos con la mejor y más fulgurante de mis sonrisas...
¡¡¡TODO LO MEJOR DEL MUNDO EN ESTE RECIEN ESTRENADO 2.010!!!
Pasaros cuando podáis por mi casa...
¡¡Justamente esto, que extrañáis es lo que yo reivindico para este nuevo año!!
¡¡Tenemos compenetración telepática!! ja,ja,ja.
Mil besos para vosotros...JULIO Y DOUCE.
P.D. ¡¡Ojalá pudiera mandarle una súper sonrisa a esa Sra!!