¡Por el humor de Dios!

HUMOR DIVINO

Me ha llamado la atención que recientemente, con motivo del terremoto haitiano, el nombre de Dios haya salido a la luz miles de veces, en este mundo aparentemente más autónomo y menos necesitado de apoyos en dioses. O sea que creyentes, ateos, agnósticos, perplejos, por razones aparentemente distintas, se refieren a Dios, pero por la misma necesidad: 'Dios, es lo que el hombre se ha fabricado desde su vacío’.

Pensar que Dios es, es todavía pensarlo presente, es un pensamiento a nuestra medida, sólo destinado a nuestro consuelo”, leía hace poco. El Náufrago no comulga con el Dios que le enseñaron. Ese concepto le ha hecho más daño que provecho, pero no le guarda rencor, no es culpa suya, por eso me gusta creer en un dios con sentido del humor. Me han enseñado el Dios Perfección, un Dios Justicia, un Dios Sabiduría, un Dios Omnipotente, hasta el Dios Vengativo… Nadie me habló del Dios Humor y me parece una virtud muy humana, es decir: divina.

He rebuscado en mis libros y he encontrado textos como éstos:
- “Me encanta Dios. Es un viejo magnifico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega. Y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna y nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe de las manos.

A mi me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho -frente al ataque de los abióticos- ¡bacterias mutantes!

Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo y de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble. Mueve una mano y hace el mar, mueve otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento. A mí me gusta, a mí me encanta Dios: Que Dios bendiga a Dios.
Ese Dios del poeta mexicano Jaime Sabines, no me disgusta del todo.

- También me gusta, el Dios de Rilke en su “Libro de la Horas”, donde habla de un Dios vecino:
“Vecino Dios, si a veces te molesto
con duros golpes en las noches largas,
es porque apenas te oigo respirar
y sé que siempre estás solo en tu cuarto.

Y si algo necesitas, nadie tienes
que te acerque un sorbo hasta tu boca:
Yo siempre te escucho. Hazme una señal.
Estoy muy cerca.

- Y aún encuentro más entrañable al Dios del que habla Jardiel Poncela, en “La tournée de Dios” donde cuenta la visita de Dios a Madrid, allá por mayo de 193…

Llegar a Madrid, sentirse aclamado por una multitud que no hace más que pedir: ‘Acuérdate de mis hijos, mi marido se muere, estoy en paro, escucha, oye…' Y después de todo esto, tener que dormir en el altar mayor de San Isidro el Real, en un lecho suntuoso, con un dosel de brocado y pedrería, pero con todo el frío de la Iglesia-Catedral. Verse obligado a calentar las sábanas con los incensarios con la mala fortuna de volcar la lumbre en sus ropas y verse obligado a coger las mantas, las sábanas y la colcha y meterse en un confesonario para pasar aquella noche gélida…

Pero ni con ésas logró quitarse el frío y su tortícolis. Entonces organizó unas carreras y circunvaló seis veces el recinto de la Catedral corriendo a paso gimnástico y pisando fuerte…

- “¡Por el humor de Dios!” No le utilicemos. O lo llevamos en nosotros, o no está en ninguna otra parte.

(Estas observaciones no son de obligada aceptación)

Comentarios

Rocío González ha dicho que…
Me gusta tu opinión, hace dos años leí el libro de Poncela, “La tournée de Dios” y me pareció delicioso jeje
Pretendo imaginar que Dios está en el corazón de cada persona (o debería¿?), bueno, digo corazón a falta de un mejor y mas céntrico espacio dentro del cuerpo humano; mi transcurso por la vida me ha llevado no en pocas ocasiones a invocarle, y es entonces cuando concluyo que esta conmigo, que habita cada célula, que escucha y que si afirmas "Yo soy Dios"... no estas equivocado.
Te dejo un abrazo
Ro
Douce ha dicho que…
Gracias, Ro por tu visita a esta isla.

Abrazos desde este mar del norte español.

Soy, Douce, la becaria de este Náufrago

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