Inflación informativa
EL MIEDO, LA SATURACIÓN, SON EL MENSAJE
Vi que pasaba por los correspondientes 'suplementos' o encartes de los dos periódicos, de unos a otros, De este modo, los periódicos se ‘desglosaban’ en diez bloques o mini suplementos, que llegaban a sumar cerca de 300 páginas. Mi papá no es ‘vidente’ de televisión, o por mejor decir, nada ‘audiente’.En el espacio temporal citado, ha ojeado las trescientas páginas, se ha detenido en algunas, en otras se ha contentado con leer algunos titulares, se ha saltado algún ‘complemento’ y ha leído detenidamente, diez o doce artículos. Ha dejado para la segunda ronda otros en los que piensa detenerse.
Los que ha leído detenidamente tratan de problemas humanos: un ‘americano en Cantabria’ que explica cómo llegó hasta aquí, las razones que le hicieron quedarse en esta tierra, lo mucho que le gusta el mar y los paisajes y lo que echa de menos: que la gente no sonría por la calle. Leyó más cosas que no voy ahora a explicar y se quedó con titulares de fútbol, de economía, medio ambiente, noticias sobre países africanos, del Medio Oriente y de Sudamérica, la nueva crisis que vendrá después de ésta, cómo perderán su hegemonía los Estados Unidos del Norte y decenas de otras noticias, teatrales, musicales y no sé cuántas más.
Yo pensaba para mí, qué iba a hacer con todo este aluvión de información difícilmente ‘digerible’ en tan poco tiempo. Una información, por supuesto, poco ‘neutra’ y unas opiniones que debía contrastar con sus reducidos conocimientos propios, asimilados. Le recordé entonces una reflexión que le había venido a la cabeza hace unos pocos días. Me la había comentado para indicarme que yo, como perrita, a lo largo de los siglos, salvo algunos acomodos a la vida del hombre, no había sido ‘esencialmente’ transformada. Me contaba que pensando, pensando, se le había ocurrido comparar un hombre de la Edad Media y un niño del siglo XXI. Creía que en un solo día, un chiquillo recibía más estímulos visuales, emocionales, cotidianos, que toda la 'información' visual,lectora, emocional, que podía recibir, ver, leer, profundizar y asimilar razonablemente, un hombre del medievo en toda su vida.
Sacaba como conclusión que no era extraño que el hombre actual se muestre perdido, perplejo, inseguro, sin tiempo suficiente para valorar lo que de verdad es ‘alimento esencial’, para sentirse equilibrado y seguro.
Yo le escuchaba, paciente, pero en el momento en que ya empezaba a tratar de trastornar mi equilibrio viviente, le paré el carro y le dije: “Sí, majo, todo eso que dices, que debe tener algo de cierto, a mí, perrunamente, me importa un bledo. ¿Me permites que siga ‘viviendo’, mi momento? 'Ja parlarem en altre momen, noi'(¡Jo...qué tocho!)"
By DOUCE
Como habrán visto los visitantes de esta isla, soy una perrita muy observadora. Tomo buena nota de lo que veo, incluso cuando parece que estoy medio dormida. Esta mañana dominguera, que empezó un poco tarde, he ido con mi papá a comprar los ‘periódicos’, hemos dado un pequeño paseo y después hemos pasado un par de horas en el salón. Mientras yo descansaba, observaba de reojo a mi papá, sentado a mi izquierda, en el otro rincón del sofá.Vi que pasaba por los correspondientes 'suplementos' o encartes de los dos periódicos, de unos a otros, De este modo, los periódicos se ‘desglosaban’ en diez bloques o mini suplementos, que llegaban a sumar cerca de 300 páginas. Mi papá no es ‘vidente’ de televisión, o por mejor decir, nada ‘audiente’.En el espacio temporal citado, ha ojeado las trescientas páginas, se ha detenido en algunas, en otras se ha contentado con leer algunos titulares, se ha saltado algún ‘complemento’ y ha leído detenidamente, diez o doce artículos. Ha dejado para la segunda ronda otros en los que piensa detenerse.
Los que ha leído detenidamente tratan de problemas humanos: un ‘americano en Cantabria’ que explica cómo llegó hasta aquí, las razones que le hicieron quedarse en esta tierra, lo mucho que le gusta el mar y los paisajes y lo que echa de menos: que la gente no sonría por la calle. Leyó más cosas que no voy ahora a explicar y se quedó con titulares de fútbol, de economía, medio ambiente, noticias sobre países africanos, del Medio Oriente y de Sudamérica, la nueva crisis que vendrá después de ésta, cómo perderán su hegemonía los Estados Unidos del Norte y decenas de otras noticias, teatrales, musicales y no sé cuántas más.
Yo pensaba para mí, qué iba a hacer con todo este aluvión de información difícilmente ‘digerible’ en tan poco tiempo. Una información, por supuesto, poco ‘neutra’ y unas opiniones que debía contrastar con sus reducidos conocimientos propios, asimilados. Le recordé entonces una reflexión que le había venido a la cabeza hace unos pocos días. Me la había comentado para indicarme que yo, como perrita, a lo largo de los siglos, salvo algunos acomodos a la vida del hombre, no había sido ‘esencialmente’ transformada. Me contaba que pensando, pensando, se le había ocurrido comparar un hombre de la Edad Media y un niño del siglo XXI. Creía que en un solo día, un chiquillo recibía más estímulos visuales, emocionales, cotidianos, que toda la 'información' visual,lectora, emocional, que podía recibir, ver, leer, profundizar y asimilar razonablemente, un hombre del medievo en toda su vida.
Sacaba como conclusión que no era extraño que el hombre actual se muestre perdido, perplejo, inseguro, sin tiempo suficiente para valorar lo que de verdad es ‘alimento esencial’, para sentirse equilibrado y seguro.
Yo le escuchaba, paciente, pero en el momento en que ya empezaba a tratar de trastornar mi equilibrio viviente, le paré el carro y le dije: “Sí, majo, todo eso que dices, que debe tener algo de cierto, a mí, perrunamente, me importa un bledo. ¿Me permites que siga ‘viviendo’, mi momento? 'Ja parlarem en altre momen, noi'(¡Jo...qué tocho!)"
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