Escuchando al nuevo Año
GEORGES PRÊTRE: JUVENTUD Y MAESTRÍA DE UN OCTOGENARIO.
Poder empezar el Año Nuevo oyendo música, es un regalo que no siempre el Náufrago ha sabido concederse. Hoy abrió sus ojos y sus oídos al año que comienza viendo en la pantalla al octogenario Georges Prêtre dirigiendo el tradicional Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. No lo vio completo porque se unió un poco tarde al concierto. Pero lo que vio le produjo una sensación de paz, de alegría, de ternura, admiración, no sólo por la música, sino por la vitalidad de aquellas manos y la vivacidad de aquellos ojos que sonreían, se iluminaban e invitaban al público a participar con él de su propio gozo. Su deseo, había dicho antes del concierto, era transmitir “una declaración de amor”, y a eso sabían esas manos que se movían, se detenían, esos ojos que se entornaban disfrutando de la música o invitaban a las palmas para acompañar la Marcha Radetzky. Quiero que "durante dos horas todos olviden sus problemas". Y a fe, que lo consiguió. Lo logró con los centenares de asistentes que llenaban la Sala Dorada del Musikverein vienés, y con los millones de espectadores que seguían el concierto.
Siempre sonriente, o embebido en la música, cómplice con la orquesta y con el público o maestro y Director, sus andares pausados pero firmes, la ternura de sus 84 años creaban en la sala de oro un ambiente de felicidad y gozo. Mientras sonaba el Danubio Azul, por la pantalla desfilaban las imágenes del río, con los paisajes de su curso desde la Selva Negra, hasta el Mar Muerto: Viena, Bratislava, Budapest, Belgrado, Galati… Música, río y paisajes eran una melodía de felicidad.
Prêtre, como su apellido, fue el ‘sacerdote’ oficiante de una ceremonia espiritual y gozosa que terminó en un mundo de aplausos que sin duda colmaron los jóvenes años del oficiante. La realización de la Televisión austríaca un modelo de ritmo, variedad de planos, una danza de cámaras que enfocaban desde distintos rincones, en diferentes planos, la belleza del escenario, sus actores y el público asistente.
Poder empezar el Año Nuevo oyendo música, es un regalo que no siempre el Náufrago ha sabido concederse. Hoy abrió sus ojos y sus oídos al año que comienza viendo en la pantalla al octogenario Georges Prêtre dirigiendo el tradicional Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. No lo vio completo porque se unió un poco tarde al concierto. Pero lo que vio le produjo una sensación de paz, de alegría, de ternura, admiración, no sólo por la música, sino por la vitalidad de aquellas manos y la vivacidad de aquellos ojos que sonreían, se iluminaban e invitaban al público a participar con él de su propio gozo. Su deseo, había dicho antes del concierto, era transmitir “una declaración de amor”, y a eso sabían esas manos que se movían, se detenían, esos ojos que se entornaban disfrutando de la música o invitaban a las palmas para acompañar la Marcha Radetzky. Quiero que "durante dos horas todos olviden sus problemas". Y a fe, que lo consiguió. Lo logró con los centenares de asistentes que llenaban la Sala Dorada del Musikverein vienés, y con los millones de espectadores que seguían el concierto.
Siempre sonriente, o embebido en la música, cómplice con la orquesta y con el público o maestro y Director, sus andares pausados pero firmes, la ternura de sus 84 años creaban en la sala de oro un ambiente de felicidad y gozo. Mientras sonaba el Danubio Azul, por la pantalla desfilaban las imágenes del río, con los paisajes de su curso desde la Selva Negra, hasta el Mar Muerto: Viena, Bratislava, Budapest, Belgrado, Galati… Música, río y paisajes eran una melodía de felicidad.
Prêtre, como su apellido, fue el ‘sacerdote’ oficiante de una ceremonia espiritual y gozosa que terminó en un mundo de aplausos que sin duda colmaron los jóvenes años del oficiante. La realización de la Televisión austríaca un modelo de ritmo, variedad de planos, una danza de cámaras que enfocaban desde distintos rincones, en diferentes planos, la belleza del escenario, sus actores y el público asistente.
Comentarios
Gracias por compartirlo!!
Me encanta la música.
Besos y FELIZ AÑO!
Celebro que hayas disfrutado viendo y oyendo con que cuidado y meticulosidad austríaca, se había preparado este maravilloso espectáculo. ¿O debemos llamarlo un pedacito de felicidad?
Buen comienzo para el Año que amanece.
A mí, de momento, no me ha dado por hacerlo...