Cuando el Rey telefoneó a Raúl.


DOS MESES DESPUÉS

ULISES

La verdad que abrir un periódico por la mañana, en los tiempos que corren,  es ponerse a temblar antes de abrirlo. Antes de leerlo ya sabes que debes prepararte más para las malas noticias que alguna que te alivie, te agrade o te enseñe y cuando la encuentras, te das por satisfecho.

Dispuesto a pasar páginas y páginas  por sabidas y esperadas, cuando se encuentra sólo una que  alegre la mañana te das por bien servido. Así pasó hoy: “Alemania cree…”, “PSE y Batasuna mantienen en secreto”, “La Fiscalía atribuye…”, “Involución y disgregación”, “Rodiezno abre el ‘otoño caliente’  (y una voz antigua y descamisada que grita: “Hay que luchar para sacar a este Gobierno de la Moncloa”)… ¡Basta ya! grita algo en el interior del Náufrago… No quiere estar tan ‘triste como  el tal Ronaldo’…pobrecito, criatura.

Harto ya de estar harto de ‘sin papeles’, ‘fondos de reptiles’, ‘ecce homo” (¿todavía?), Bankias y CCAA ve por fin un rayo de sol, una emoción por dentro que le serena el ánimo y le caldea. Por fin una buena noticia:”EL RUIDO DE LA CALLE: El Rey y Ramón”, firmaba Raúl del Pozo. La última vez que en la Isla se habló de él fue el 26 de junio, tras una aparición furtiva después de haber escrito: “Volví a atravesar esa terrible ciudad en la que no oí el gorjeo de ningún jilguero”. Desde entonces no sabía que había pasado tras su travesía.

Hoy volvió a su Calle: “España, la banca y  yo nos hundíamos al mismo tiempo. Los capitales se iban de naja, la política seguía dividida entre dos bandos, la hidra del nacionalismo lo enconaba todo y las zarzas ardían como en la Biblia. Mientras, yo me subía en la cama con ruedas que me llevaba a las uvis como si montara en coche de golf…”

Se puede hablar de desgracias pero con literatura saben a novela y nada de lo que ocurre asusta tanto. Más tarde de aquel atardecer sonó el teléfono: “Soy el Rey” .  Cuando se oye eso,  lo primero que sale es “Menos cachondeo”. Pero no era ‘cachondeo’ era una voz que se interesaba por su salud y preguntaba: “¿Por qué no escribes’? ¿‘Tomas pastillas?… ¿Y quién de nuestra quinta no toma pastillas?” Fue entonces cuando el Náufrago  se sumó al concierto. Supo por qué se había preocupado  y se iluminó aún más cuando el del ‘ruido de la calle’ contaba al otro ‘Quinto’: “Nunca perdí la esperanza y el colapso no acabó de producirse. Me ayudó en la terapia la perrita de algodón que me miraba con sus prodigiosos ojos como si fuera Einstein.” Natalia y la perrita Dana estuvieron a su lado cuando el corazón balbuceaba.

Bienvenido, Raúl. Sigue habiendo ruido, demasiado ruido en la calle

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