La muerte íntima

“Pocos pueden escoger el momento de la muerte
Yo elijo aceptar la muerte ahora.”
Hugh Prather ('Palabras a mí mismo')

Quizá suene algo raro que en estos tiempos de vidas apresuradas, de vivir a tragos, de ‘vive lo mejor que puedas’, de ‘carpe diem’, de consumo, algún aguafiestas se detenga a hablar de la muerte, a secas, en un blog. Esta seria Dama, no goza de buen predicamento en este mundo en que todo es una invitación al “¡Esto es vida!”

Hoy, en que nos invadirán brujas, zombis, esqueletos y calabazas, importados vía consumo y gilipollez, marca ‘jalouin’, el Náufrago ha tenido la ocurrencia de reflexionar del porqué de estos días dedicados a ‘santos’ y difuntos. Los recuerdos infantiles de estas celebraciones, no le traen precisamente recuerdos alegres y festivos. La Santa Madre Iglesia Católica y Española, nunca se ha caracterizado por transmitir un mensaje alegre, sereno, natural, optimista. Al menos la Iglesia que bautizó al Náufrago. No guarda en general alegres impresiones. Todo, o casi todo, era pecado, muerte e infiernos.

Recuerda estos fúnebres días de su infancia, de idas y venidas a cementerios, noches tenebrosas de ánimas que salían de sus tumbas a estirar las piernas, al son fúnebre de las campanas. Aquella noche de tan macabro decorado, el Náufrago-niño se cubría la cabeza no sea que a aquellos seres envueltos de sábanas se les ocurriera salir del Purgatorio solicitando una plegaria.

Nadie le enseñó otra cara algo más serena de la muerte. Nadie le explicó con naturalidad, sin tétricas amenazas, que nuestra vida puede ser una preparación normal para una muerte digna y tratar de verla con más naturalidad, por difícil que nos parezca. Es comprensible que no resulte fácil, pero no más amenazas de Juicios finales, cielos, infiernos, sitios en qué purgar no sé qué deudas ¿Quién ha creado ese Dios de miedos?

Ayer recordó, que en alguna estantería debía de estar un libro que leyó hace algún tiempo. Se titula ‘La muerte íntima”, donde Marie de Hennzel, psicóloga que ha trabajado con enfermos terminales, cuenta varios casos de experiencias últimas e íntimas con estos pacientes y las muertes serenas a las que asistió y a las que ayudó en un plácido tránsito: “Cuando la muerte esta próxima, cuando reina la tristeza y el sufrimiento, todavía es posible encontrar vida, alegría, sentimientos y profundos cambios íntimos”

Leía también la carta que un día de octubre de 1923, Rilke escribía a su amiga ‘Liliane’, con motivo de la muerte de su padre: “Atrae a ti a la que espanta, intima con ella durante todo el tiempo que te sea posible, no la amedrentes espantándote ante ella. Hazte familiar esa presencia de la muerte siempre apartada y que te abrace o, si tu capacidad de remontarla es demasiado débil, mantente cerca para que se te pueda acercar”.

Dirán que no es fácil. No lo niego. Pero todo, antes que ese macabro escenario eclesiástico.

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