Silencio, se rueda...

... EL GRAN SILENCIO

Photobucket - Video and Image Hosting

Vivimos en un país ruidoso. Podríamos decir que España es puro ruido. Hablamos mucho y muy alto. Nuestros amigos sudamericanos, más suaves al hablar, cuando nos visitan o al principio de convivir con nosotros , al oírnos, tienen la impresión de que estamos siempre enfadados. Nos cuesta hablar de una manera tranquila, pausada. Basta visitar el país vecino, Portugal, entrar en cualquier bar , en cualquier cafetería, para darse cuenta de que no gritan como nosotros .

Me pregunto si en realidad hablamos , conversamos. Parece que este vocablo ‘con-versar’ quisiera decir ‘ir el uno hacia el otro’ en un intercambio mutuo. Pero en realidad nuestras conversaciones son auténticos monólogos, no sólo porque no ‘escuchamos’ , no dejamos que el otro termine lo que quiere expresar, nuestras palabras se ‘montan’ encima de las suyas antes de que acabe. Tan importante nos parece lo que tenemos que decir que se diría que nos importa un pito lo que digan nuestros interlocutores. Basta observar algunas tertulias de radio o televisión, para ver a varias personas hablando al mismo tiempo sin escuchar lo que dicen los otros. Saber escuchar es todo un arte que no todas las personas poseemos. Me incluyo

Saber escuchar puede ser una manera de aprender , o al menos ‘aprender’ (recoger) lo que dicen los demás y lo que es más importante, disponer de la empatía suficiente, para entender lo que quieren transmitir. Siempre hay algo más detrás de las palabras. Pero eso no parece interesarnos. Si supiéramos escuchar, tratar de expresar con claridad lo que deseamos decir, no repetir varias veces las mismas cosas por tener la sensación –quizá verdadera- de no haber sido entendidos, no daríamos vueltas eternamente a lo mismo y quizá llegaríamos a alguna conclusión.

El diálogo de besugos es especialidad de la casa. Y no hablamos ya de políticos , porque eso sí que es un gran diálogo de sordos, y lo que resulta más cínico, es que ni ellos mismos se creen sus hermosos discursos. Lo de ‘parlamento’ es casi un insulto a la palabra.

En definitiva España no es el sitio más adecuado para oír el silencio. Hay algunos a los que el silencio los desasosiega, necesitan del ruido del bar, del autobús, de la calle, del trabajo, para no sentir la soledad que quisiera hablarle. Tienen miedo a oírse a sí mismos. No oyen el silencio de la naturaleza que habla con sus lenguaje, no saben escuchar la lluvia, ni siquiera al viento... Somos fugitivos del silencio. Nuestros ‘héroes del silencio ‘ dan demasiadas voces. Esta misma mañana en clase, reñía con mis alumnos una batalla casi perdida, lograr que hablen uno detrás de otro o que cuando quieran intervenir, pidan la palabra para poder enterarnos.

LA PELÍCULA

¿A qué viene todo esto? Para hacer publicidad o al menos una reflexión sobre una peculiar película que se estrenará mañana en España: EL GRAN SILENCIO

“El gran silencio” es un documental sobre la vida en La Grande Chartreuse de Grenoble, en Francia. En la película no hay entrevistas, ni comentarios, ni siquiera música. Sólo se oye el canto gregoriano y el sonido del silencio. Un buen ejercicio para tratar de encontrar el sosiego interior. A pesar de sus tres horas de duración parece ser que tiene el don de seducir y envolver en su magia a un no habituado espectador de este tipo de películas.

Su director, Philip Gröning ha presentado con éxito su película en varios certámenes. Si leemos la historia de la película, podemos leer:

“La historia de esta película comenzó en 1984, cuando a Gröning se le ocurrió filmarla y se dirigió a los cartujos para que le dieran permiso para filmarla en los interiores de la comunidad. Es más, él tenía la intención de hacerlo ese mismo año. Pero los ritmos y los tiempos en la cartuja son otros. El tiempo fue pasando y la autorización no llegaba. Pasaron 15 años, y probablemente cuando a Gröning se la había olvidado el proyecto, en 1999 recibe la autorización para filmar su película. Sería en la cartuja de Grenoble, en los Alpes franceses. Y las condiciones serían estrictas: Sólo podría entrar en la cartuja el propio Gröning con su cámara y nada más. Ni focos ni torres, ni ayudantes, ni nada de nada. Además, Gröning tendría que llevar la vida de un novicio respetando la regla, incluida la del silencio.”


Seis meses convivió Gröning con los hijos de San Bruno:"seguía a los monjes en su día a día pero a la vez participaba en ella ya que me lavaba mi ropa, trabajaba en el jardín, y hacía otras actividades. Al final solo me quedaban dos o tres horas para mi película." Se levantaba a las horas de sus rezos, seguía la vida de trabajo de estos monjes que forman parte de una comunidad de silenciosos y viven su soledad compartida en el silencio de sus celdas. Sin duda algo difícil de comprender para los hijos del aturdimiento y la agitación mundana que necesitamos de este 'ruido' para olvidarnos de nosotros mismos. Gröning no pretende con esta singular película dar la visión de un creyente, en principio quería hacer una película sobre el tiempo, luego prefirió asumir este interesante reto de un film en la que los personajes no hablan, sólo cantan , rezan. Únicamante se oyen ligeros murmullos, el ruido de los pasos por los claustros, el de las hojas secas, las campanas, el viento, el agua que gotea.

La película ha cuidado al máximo el ‘sonido del silencio’ , hasta ocho pistas en Dolby surround, porque también el silencio puede estar lleno de vibraciones... En medio de tanto ruido como hemos creado, nos rodea, nos aturde, hoy he tratado de relajarme aislándome , imaginando momentos así, en los que, en el silencio y la soledad, pueda el hombre encontrarse a sí mismo. Hijos del ruido, quizá se nos haga insoportable este GRAN SILENCIO.
------------------------------

Referencias:

Comentarios

Entradas populares