Mirar con otros ojos

Entre las múltiples ventajas de viajar , además de lo que supone de evasión de la rutina cotidiana, es tener la oportunidad de ver la vida con ojos distintos de los nuestros, con los que estamos acostumbrados a mirar. Tomar cierta distancia es siempre aconsejable, si queremos ver bien nuestro bosque.

Una de las ventajas que tiene Internet es que te puedes asomar desde casa para ver cómo viven los vecinos o los que viven más lejos. Diariamente, a través de TV5 , me llegan las principales noticias de Francia. Al leer o ver los titulares, veo que su actualidad se ocupa de problemas reales, las confrontaciones políticas no absorben la proporción que ocupan las páginas de nuestros periódicos o nuestros telediarios. Por supuesto no tienen este problema tan nuestro , que tantas energías políticas consume, sobre si son ‘Nación de naciones’, hace siglos que resolvieron ese problema. Se saben muy franceses, que no es poca cosa. Luego resolverán bien o mal otros problemas, pero se trata de problemas ‘reales’, no inventados o utilizados desde determinados intereses.

Hoy me he fijado en una noticia y me alegra que la llamen por su nombre. “Violance conjugale”, nada de esa modernez llamada 'violencia género’. Es más, hablando de ese tipo de violencia , analizan las repercusiones que ese tipo de maltrato tiene en los hijos , testigos y víctimas inocentes. La Federación Nacional de Solidaridad de Mujeres ha iniciado una campaña denunciando que “el hombre que es capaz de golpear a su mujer, maltrata también a sus hijos.”

Entre las repercusiones que pueden tener sobre éstos hacen una serie de reflexiones interesantes. Giles Lazimi, médico y coordinador de la campaña afirma entre otras cosas:

“En la disputa el maltratador usa como coartada al hijo, del que marido se sirve para culpabilizar a la mujer.

Analizando las reacciones del hijo, señala que a veces el hijo se interpone y tiene tendencia a tomar partido por el más débil, la madre. Se siente responsable, protector y deja de tener una actitud de niño.

Más tarde, muchos de ellos toman conciencia de la incapacidad de su madre para defenderse y pueden llegar a imitar al padre y pegar a su madre, o por lo menos, reprocharle el ser débil”

Los niños expuestos a la violencia contra las mujeres manifiestan a menudo síntomas de estrés post-traumático, miedo, irritabilidad, dificultades de concentración, hiperactividad.

Sarah, 6 años escupe a su madre en la cara y le dice: “No vales para nada”

Hakim, 4 años, se hace cortes en la cara con un cuchillo a los dos años y amenaza con matar a su madre como ha oído a su padre”.

Testimonios como éstos, recogidos por la asociación “SOS Femmes 93”, muestran hasta qué punto los sufrimientos de los niños son el reflejo de las desavenencias conyugales.

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