Las vicisitudes de un chino en España
Pues la verdad, nunca como este año, había sentido yo el efecto ‘llamada’ , o el efecto 'llegada'. No es este el momento de reflexionar sobre las causas y consecuencias de estos flujos migratorios y me contentaré con señalar algunos aspectos concretos, muy humanos.
Ayer, en una de las clases me llamó la atención un chico de aspecto algo inexpresivo, que no parecía mostrar ni sorpresa, ni perplejidad, duda o satisfacción. Me dirigí a él en español y no daba impresión de comprenderme, le hablaba en francés – estábamos en una clase de idioma – y tampoco. Un compañero espigado , de aire más despierto y sonriente me dijo que era como él, moldavo, y que acababa de llegar a España. Según pude averiguar más tarde había escogido la opción de francés por haberlo estudiado en su país. Pero si le hacía alguna pregunta en francés tampoco daba señales de enterarse. Entonces decidí seguir la clase y esperar algo más por si sus conocimientos los guarda en algún lugar más secreto y en estos primeros días trataré que rompa esa coraza que parece haberse puesto. El chico no parece acusar, aparentemente, el cambio; pero es difícil lograr que su cara muestre sentimiento alguno, de disgusto, duda, o aquiescencia.
Cuando el lenguaje no sirve para comunicarnos ni la expresión corporal tampoco se levanta una barrera infranqueable de momento.
Esta mañana nuevas anécdotas de ‘alianza de civilizaciones’. La primera hora de la mañana , me correspondía estar en la Biblioteca, lugar de refugio para los que llegan tarde, o en épocas de examen, centro de estudio para los que dan los últimos repasos y para otros menesteres similares. Pasada ya la media hora, una conserje llega con cara de poema acompañando a un muchacho de evidente rasgos chinos. Cabeza muy redonda, pelo corto y puntiagudo, ojos enormemente rasgados. La persona que le acompaña no ha podido sacarle una palabra y ha deducido, pues vagaba por los pasillos, que había llegado tarde a clase y lo condujo hasta la biblioteca. El chico se sentó donde se le indicó y se puso a mirar los libros de las estanterías que le sonarían no a chino, evidentemente, sino a lo que les suene a los chinos algo que no entienden.
Al verle tan perdido y dirigirme a él en español, inglés, por si acaso, o francés no logré sacarle una sola palabra. Pensando, pensando, busqué la forma de lograr un punto de encuentro y entonces se me ocurrió coger el Atlas m´s grande que hubiera, donde, a ser posible, estuviera el mundo entero. Bueno para eso están los atlas. Lo abrí en las páginas en que aparecía China y entonces la vi más grande que nunca. Pensé que mi compañero de búsqueda debía de ser uno de los 1.300 millones de esas personas que se parecen tanto y habitan ese país. Quería al menos poder situarle en algún punto de aquel mapa enorme , pero hasta eso le costaba . Por supuesto el atlas estaba escrito en signos latinos y no tenía esa versión en palitos verticales y horizontales con los que se entienden los chinos. Le señalaba con el dedo , primero poblaciones importantes: Shangai, Beijin, Xining, fui bajando hasta Hong-Kong, Xiamen... Al ver que no reconocía los signos se lo fui pronunciando en mi chino mandarín, pero resulta que él debía hablar el Chino min o cantonés, con lo cual no había manera de entendernos. Más o menos andábamos buscando de la mitad del mapa hacia abajo. Yo le seguía señalando con el dedo y pronunciando al mismo tiempo con mi hermoso acento chino, que hasta yo mismo estaba sorprendido lo bien que sonaba, hasta que acerté a pronunciar Fujiàn y una especie de respuesta de reconocimiento puso fin a nuestra búsqueda. La verdad es que no estoy muy seguro que ése fuera su pueblo y a lo mejor lo dio por bueno para acabar con esta búsqueda del Nombre Perdido.Dejamos China y me lo traje hasta España y le fui pronunciando: San-tan-der, Ma-drid, Bar-ce-lo-na, Se-vi-lla... En éstas estábamos cuando la campana nos salvó a los dos.
- Pregunta tonta, tontísima: ¿Por qué a estos chicos y chicas antes de meterlos en una clase donde no van a entender ni papa, no se les da un ‘baño lingüístico intensivo de uno, dos o tres meses, para que , según su capacidad de asimilación y contraste entre lenguas, que le permita seguir al menos las cosas más elementales? Misterio insondable. Alguien me ha dicho que asisten dos días a la semana a un centro, distinto del Instituto, para seguir clases de español, pero aún así no me parece bastante.
Ayer, en una de las clases me llamó la atención un chico de aspecto algo inexpresivo, que no parecía mostrar ni sorpresa, ni perplejidad, duda o satisfacción. Me dirigí a él en español y no daba impresión de comprenderme, le hablaba en francés – estábamos en una clase de idioma – y tampoco. Un compañero espigado , de aire más despierto y sonriente me dijo que era como él, moldavo, y que acababa de llegar a España. Según pude averiguar más tarde había escogido la opción de francés por haberlo estudiado en su país. Pero si le hacía alguna pregunta en francés tampoco daba señales de enterarse. Entonces decidí seguir la clase y esperar algo más por si sus conocimientos los guarda en algún lugar más secreto y en estos primeros días trataré que rompa esa coraza que parece haberse puesto. El chico no parece acusar, aparentemente, el cambio; pero es difícil lograr que su cara muestre sentimiento alguno, de disgusto, duda, o aquiescencia.
Cuando el lenguaje no sirve para comunicarnos ni la expresión corporal tampoco se levanta una barrera infranqueable de momento.
Esta mañana nuevas anécdotas de ‘alianza de civilizaciones’. La primera hora de la mañana , me correspondía estar en la Biblioteca, lugar de refugio para los que llegan tarde, o en épocas de examen, centro de estudio para los que dan los últimos repasos y para otros menesteres similares. Pasada ya la media hora, una conserje llega con cara de poema acompañando a un muchacho de evidente rasgos chinos. Cabeza muy redonda, pelo corto y puntiagudo, ojos enormemente rasgados. La persona que le acompaña no ha podido sacarle una palabra y ha deducido, pues vagaba por los pasillos, que había llegado tarde a clase y lo condujo hasta la biblioteca. El chico se sentó donde se le indicó y se puso a mirar los libros de las estanterías que le sonarían no a chino, evidentemente, sino a lo que les suene a los chinos algo que no entienden.
Al verle tan perdido y dirigirme a él en español, inglés, por si acaso, o francés no logré sacarle una sola palabra. Pensando, pensando, busqué la forma de lograr un punto de encuentro y entonces se me ocurrió coger el Atlas m´s grande que hubiera, donde, a ser posible, estuviera el mundo entero. Bueno para eso están los atlas. Lo abrí en las páginas en que aparecía China y entonces la vi más grande que nunca. Pensé que mi compañero de búsqueda debía de ser uno de los 1.300 millones de esas personas que se parecen tanto y habitan ese país. Quería al menos poder situarle en algún punto de aquel mapa enorme , pero hasta eso le costaba . Por supuesto el atlas estaba escrito en signos latinos y no tenía esa versión en palitos verticales y horizontales con los que se entienden los chinos. Le señalaba con el dedo , primero poblaciones importantes: Shangai, Beijin, Xining, fui bajando hasta Hong-Kong, Xiamen... Al ver que no reconocía los signos se lo fui pronunciando en mi chino mandarín, pero resulta que él debía hablar el Chino min o cantonés, con lo cual no había manera de entendernos. Más o menos andábamos buscando de la mitad del mapa hacia abajo. Yo le seguía señalando con el dedo y pronunciando al mismo tiempo con mi hermoso acento chino, que hasta yo mismo estaba sorprendido lo bien que sonaba, hasta que acerté a pronunciar Fujiàn y una especie de respuesta de reconocimiento puso fin a nuestra búsqueda. La verdad es que no estoy muy seguro que ése fuera su pueblo y a lo mejor lo dio por bueno para acabar con esta búsqueda del Nombre Perdido.Dejamos China y me lo traje hasta España y le fui pronunciando: San-tan-der, Ma-drid, Bar-ce-lo-na, Se-vi-lla... En éstas estábamos cuando la campana nos salvó a los dos.
- Pregunta tonta, tontísima: ¿Por qué a estos chicos y chicas antes de meterlos en una clase donde no van a entender ni papa, no se les da un ‘baño lingüístico intensivo de uno, dos o tres meses, para que , según su capacidad de asimilación y contraste entre lenguas, que le permita seguir al menos las cosas más elementales? Misterio insondable. Alguien me ha dicho que asisten dos días a la semana a un centro, distinto del Instituto, para seguir clases de español, pero aún así no me parece bastante.
Comentarios
Ya veo que eres un erre que erre de la comunicación hasta las últimas consecuencias; no cambies nunca, profe. Me ha gustado mucho tu experiencia con las dificulades del docente cual naúfrago en el océano de la incomprensión del sistema(jejeje)
Meritxell, supongo que las vacaciones te han sabido a poco y ahora estarás de nuevo con tus aborígenes que aun siéndolo no lo saben. Sí, ya no se sabe cómo denominar a tanta subespecie como va dejando ver el sistema: 'atención a la diversidad', alumnos con 'necesidades especiales', los 'Orientadores' se vueleven locos, para encontrar nombres para tanta 'variedad'
Dicen que los actores en señal de buenos deseos dicen '¡mucha mierda!'. Aunque choque un poco la expresión, nosotros que también debemos 'actuar' en un escenario, debemos deseárnosla.Además encaja:-)