La Pantoja, o el dolor explotado

Hoy me van a permitir que marujee un poco, que según el diccionario, es un verbo intransitivo, así que espero que no les afecte demasiado. Digamos lo que digamos, todas y todos llevamos dentro de nosotros nuestro lado ‘marujo’. Vivimos las desgracias y los fracasos de los otros, porque los acercan a nosotros tanto en nuestros males , como en nuestros sueños. Unos se identificarán más que otros en virtud de la propia vida personal que lleven dentro, pero todos (pongamos la ‘mayoría’, por si algún ‘intelectual’ por ahí perdido se nos enfada) nos unimos a sus desgracias si de alguna manera lo identificamos con alguna ‘injusticia’ que nos atribuimos a nosotros, y nos sirve de alguna manera de consuelo.

El caso de Isabel Pantoja es un ejemplo claro, como antes lo fuera y sigue siéndolo Rocío Jurado, o las peregrinaciones amorosas de Carmiña Ordóñez, y mil casos más, porque la lista de las desgracias , sobre todo amorosas, pueden ser muy muy larga. Amores, desamores, traidores ,traicionados o traicionadas, arrivistas, triunfadores, caídos, vencedores olvidados, ese mundo oscuro del mal y del bien, de la maldad y la inocencia es tan viejo como el mundo. Lo que ahora ocurre es que nuestros ‘juglares’ no cantan las hazañas de mío Cid, o los amores moros, o serranos. Nuestros bufones no tienen talento y bromean, cantan y disfrutan con héroes y heroínas de medio pelo. Es decir, que ningún Cancionero recogerá sus coplas.

Y hablando de ‘coplas’ y de copleras, el caso que me ha llevado a escribir esta medio crónica rosa, ha sido lo que he oído y leído estos últimos días. Sólo veo la tele mientras como y ceno. Pero estos días que no ha coincidido con la hora de los ‘mentidiarios’ me ha tocado uno que se llama “Gente”. Veía las imágenes y oía los comentarios de presentadoras y reporteras desplazadas ‘a pie de noticia’. Observaba la llegada de la ‘diva’ súper protegida por policías locales y nacionales, apenas si se percibía a la Pantoja en un mercedes de cristales tintados. Multitudes fervorosas la aclamaban con los mismos piropos que a cualquier Virgen o Cachorro de procesiones y romerías. Era un adhesión unánime a la ‘traicionada’, a la ‘víctima’ a la ‘heroína’, capaz de sacar de sus arrestos de ‘mujer brava’ , capaz de transformarse y crecerse en un escenario y allí entonar su propia ‘canción terapia’. Vinieran o no a cuento, en cada copla ‘leían’ un ‘telegrama’ a sus amantes recientes y pasados, los que murieron entre cuernos, los que le cornearon el corazón.

En cada estrofa los exegetas de la cantante leían ‘advertencias’, ‘despechos’, ‘confesiones’... y se leían rótulos tan taurinos como éstos : “Isabel se crece, y deja salir a la Pantoja”. Y la ‘Pantoja’ se transformaba en coraje torero, en pasión de hembra engañada, en poderío andaluz, en desplante ante un toro agonizante... Algo de eso puede haber, pero sobre todo hay ‘marketing’ que se aprovecha de la desgracia. Hay letristas ‘oportunos’ que leen en la noticia los sentimientos del reclamo que llene teatros, plazas de toros o de pueblo a 68.000 Euros por ‘representación’ teatral.

Dejando a Isabel que rentabilice como quiera su negra pena y su desconsuelo, si existe, para el que tengo el máximo respeto, no puedo por menos de recordar también una canción que siempre me ha gustado, en la voz desgarrada de la Lupe, que también cantaba desde sus entrañas:

"Igual que en un escenario
finges tu dolor barato
tu drama no es necesario
ya conozco ese teatro..."