Una mañana en Palacio

DOUCE Y SUS PASEOS

Es convenio tácito que servidora se trague siempre los marrones y demás fregaos que ocurren en la Isla. Bueno, me trago los marrones, los negros, los rojos y demás colores, porque él es daltónico. Precisamente hoy que yo he visitado al vete para ver cómo iba  mi ‘cosa’ y me ha tenido casi más de una  hora de espera, algo que no aguanto. Prefiero que me  suba a la mesa de perrerías a dar vueltas en la sala de espera. Pero dejemos eso aparte que ahora no toca. Estoy bien, seguiré con los esparadrapos unos días y luego luciré mi cuerpo serrano o marimeño.

Todo esto para decir que el encargo vespertino era que en lugar de dejar las ‘afotos’ desnudas yo dijera que ayer por la mañana estuvimos merodeando por la península palaciega. Mientras él disparaba con la cámara yo me dedicaba a oler los misteriosos rincones. Lo ‘fastidiao’ del asunto es que debía caminar sujeta con la demonia correa que se estira y se encoje como la tripa del otro.

Por mi parte ya he cumplido. DOUCE

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