De las grandes catástrofes a los pequeños encuentros

 DE TOKIO A LA MIRADA DE UN NIÑO

Esta mañana, el Náufrago se encontró con su amigo Pruden al que hacía tiempo no veía . Después del repaso de las últimas noticias del uno y del otro, como era natural, llegaron al ‘estado de la nación’, a la última catástrofe y a eventos similares. Para decir  verdad, fue Prudencio el que abandonó ese temario por reiterativo y deprimente y desvió la conversación hacia otro campo, menos trillado.
- "Mira, Náufrago, ni tú, ni yo estamos para ir a festejos, ver algunos programas de la tele, irnos de botellón y ni siquiera nos interesa demasiado el resultado del Olympique de Lyon contra Mourinho. Fue entonces cuando le contó dos cosas hermosas que le había encantado esta misma mañana. El Náufrago abrió bien sus oídos, curioso por conocer las buenas nuevas.

- Son dos cosas pequeñas, pero a mi edad, me dijo, resultan enormemente grandes. Te las cuento a ti, porque sé que me entenderás, pero no se lo diría a otros que andan preocupados por las grandes crisis. Lo primero que hizo sentirme bien fue ofrecerme a ayudar a un anciano, ciego, vestido con una gabardina del año del estraperlo, algo sucia. El anciano subía por una cuesta llena de piedras, con las que tropezaba su bastón y sus zapatos. Le ayudé a subir a tierra firme y le pregunté hacia dónde se dirigía y si quería que le acompañara. Me habló de un ambulatorio cercano adonde iba a recoger sus insulinas. Caminamos despacio y mientras marchábamos despacio me contó retazos de su vida. Me habló de toreros arruinados, timados por su mujer, de nombres que yo no conocía, de su diabetes y de mil cosas de la ciudad nuevas para mí. Yo me contentaba con oírle y me agradaba la confianza con que se apoyaba en mi brazo. Nuestro paseo duró unos diez minutos de lento caminar, hasta nuestra despedida una vez que le dejé en el ambulatorio. Náufrago, no puedes hacerte idea de lo bien que me sentó este paseo con un señor, de unos ochenta años, ciego total, que debe servirse por sí sólo.

- El Náufrago le seguía en su conversación como él al ciego. Terminada la historia le dijo: la otra ‘cosa’ que me llenó por dentro es todavía más sencilla y muy tierna. Después del ciego, me fui a la panadería. Había bastante gente y me tocó esperar unos minutos. En un rincón había un bebé de cuatro o cinco meses, en su silla, y que no hacía más que mirarme. No era especialmente guapo pero tenía la belleza de su paraíso, sus ojos negros no hacían más que mirar ya sea las manos, mis ojos, la gente que salía y entraba. Todo para él debía de ser una maravilla, la sorpresa de lo nuevo. No sabría muy bien describirte lo que sentía que toda aquella inocencia me escudriñara, sabedor de que no había ningún reproche, ningún juicio, simplemente la sensación de mirar y ver…

Los dos acabamos  coincidiendo. “¡Que estemos tan preocupados por las crisis, por lo que ocurre en el país, lo que pasa en el mundo… y no nos dediquemos a estas pequeñas grandes cosas que superan a mil telediarios!” 

 Nos despedimos. Él siguió su camino y al Náufrago le faltó tiempo para contárselo a Douce que lo entendió muy bien.

Comentarios

Campurriana ha dicho que…
Y yo también lo he entendido.
Bonita lección.
Douce ha dicho que…
En los tiempos que corren, o entendemos esas cosas o nos lleva la 'marea'.

Es cuestión de eligir.
María ha dicho que…
Yo creo que nos entendemos perfectamente todos ¿cómo no? al final son las cosas pequeñas de la vida las que nos tocan el corazón y las que de verdad nos hacen sentir a gustito...macroeconomía, crisis, opas, FMI, EREM, FAO, ONU...nombres y siglas grandiloceuntes que nos ponen la cabeza como jaulas de grillos y no nos aportan nada de nada... ¡¡increíble la cantidad de movimientos que se produjeron en el Japón...¡¡jo, cuantas sonrisas se habrán quedado congeladas allí ese día!!

Gracias, sobre todo por la sonrisa del pequeñajo:-)

Montón de besos JULIO & familia.
Sylvia Otero ha dicho que…
Hola!!!!

Estoy de acuerdo contigo. La sonrisa, curiosidad e inocencia de un niño, así como otra cantidad de cosas simples, son las más importantes.

Cómo llueve en el Cantábrico!

Besos,
Douce ha dicho que…
María, Sylvia

Es cierto que hay cantidad de pequeños detalles que nos hacen vibrar y nos permiten sentir las pequeñas cosas de la vida que nos enriquecen.

A veces, preocupados por asuntos que llamamos importantes, no nos dejan ver todos los momentos que nos presenta la vida para saborearla.

Pues sí, Sylvia, llueve en el Cantábrico. Tenemos un final de invierno bastante caprichoso.

Feliz fin de semana.

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