Sin huellas digitales

D.SAMUEL Y SUS CÁMARAS

Esta es la curiosa historia de D. Samuel Cámara, hombre cuidadoso donde los haya, y al mismo tiempo irredento despistado. Puede parecer paradójico, pero es cierto. Doy fe de ello. D. Samuel no es un experto fotógrafo, pero sí bastante afecto a las cámaras fotográficas, quizá por hacer honor a su apellido. Fuera como fuere, desde que aparecieron estos artefactos llamados digitales, son ya tres o cuatro los que ha perdido o le han ‘rispiado’.Quizá, piensa él, que por eso las llaman ‘digitales’, porque siempre habrá unos dedos hábiles que sean hábiles en hacerlas desaparecer sin dejar huellas, digitales también. Sobre todo si se topan con cualquier D. Samuel.

Si su memoria no le falla, la primera le fue ‘digitalizada’ en el metro parisino entre la estación del Trocadéro y la de Alma-Marceau. Lo recuerda perfectamente, era una tarde de agosto, en un momento de aglomeración de toda la gente que abandonaba la explanada desde donde se divisa muy bien la Tour Eiffel y se dirigía a la estación de metro más próxima. Al entrar sintió un empujón que asoció a la ‘corrección’ y buenos modales parisinos . Nada demasiado extraño. Dos estaciones después, cuando el vagón se vació un poco, al echar mano a su cinturón notó que la cámara había sido ‘trocada’. El disgusto y sobre todo la cara de gilipollas que se le quedó merecía un retrato. Lo sintió por la cámara, pero casi más porque con ella habían desaparecido todos sus recuerdos parisinos y bisontinos.

La segunda ‘digitalización’ tuvo lugar en la barra de un bar. Sí, era en una ciudad con mar, pero después de ningún concierto Sabiniano. Se había acodado en el extremo de la barra y a su derecha una señora, en su plana madurez, daba cuenta de una caña y una ración de calamares. D. Samuel, estúpidamente descuidado, dejó sobre el mostrador su Olympus y se puso a leer la prensa, mientras tomaba un Ribera. Tan enfrascado estaba en su lectura, que ni siquiera se dio cuenta cuándo abandonó la barra aquella señora rubia que estaba a su lado. Fue algo más tarde, cuando terminó su vino y la lectura y fue a pagar, cuando se dio cuenta que la cámara había volado al Olimpo de los espabilados. Vanos fueron las diferentes búsquedas de la dama.

La tercera fue un regalo, similar a la desaparecida. Le había durado ‘bastante’ dado el despiste que le califica como ‘pierde cámaras’. En su último viaje de hace tan sólo unos días también viajó a sitio desconocido su tercera cámara. En este caso no sé sabe dónde se produjo el descuido. Pudo caerse del bolso de su chaquetón en el maletero de un taxi o en altillo del autobús que le llevaba de regreso a casa. Las indagaciones resultaron inútiles y nadie había visto nada.

Recientemente, testarudo, ha adquirido una nueva que no sabe a ciencia cierta cuánto le durará. Esta mañana la ha estrenado y se ha ido al parque a tomar nota fotográfica de los personajes que llenan el paseo y los jardines que bordean la bahía, con la secreta esperanza de que este inicio sea garantía de una comunión más duradera que la de los anteriores artefactos. Se ha prometido que no la descolgará de su cuello, que no la depositará en cualquier sitio, pero de D. Samuel el despistado, nadie puede fiarse. Lo mejor es que cambiara directamente su apellido y pusiese en su DNI: D. Samuel Excámara.

Comentarios

María ha dicho que…
D.Samuel Excámara, me ha recordado mucho a mi misma, sólo que yo soy "más versátil"...pierdo paraguas, bolsos, bolígrafos..etc..Pero, salvo excepciones mis pérdidas no guradan como las cámaras de D. Samuel, hermosos recuerdos.¡me ha encantado!
Respecto de tu comentario en mi blog (núnca dejaré de sorprenderme y de agradercéroslo) Sin duda..., tú te mereces y debes reirte,¡Qué ya has cumplido!
Las que como yo tenemos "aún enanitos", lo intentamos...pero al rato se nos cae la risa y...nos ponemos a temblar.
Un abrazo
Julio ha dicho que…
Hola. María

El hecho de que haya dejado la docencia oficial, no obsta para que el problema de la 'educación' en el más amplio sentido de la palabra, haya dejado de importarme.

Una población instruida y educada, hace una sociedad más vivible y enriquecedora en todos los sentidos. Nos hace más humanos, mas respetuosos, más 'personas'.

Quizá haya gente que secretamente prefiera una sociedad aborregada porque resulta más dócil y 'manipulable'.

Bueno, vale, que me estoy poniendo demasiado solemne. Me alegro que procures que tus hijos sigan el mejor camino.Suerte.

Un abrazo
Sylvia Otero ha dicho que…
Hola Náufrago!

No hay dos sin tres, o la tercera será la vencida??

También me parezco a D. Samuel. Dejé una Olympus sobre el porta rollo de papel de un baño de Miami y cuando volví a buscarla, me la habían digitalizado. Como tú lamenté la pérdida de las fotos que tenía con mis amigos que viven allí.

Compré una Pentax para la graduación de mi hijo. La usé bastante. Pero en mi último viaje a México me la digitalizaron de la valija, creo que debe de haber sido en el aeropuerto de Santiago de Chile ...

Al regreso de México compré una cámara china que, bueno, saca fotos, pero no es nada del otro mundo.

Las fotos están preciosas. La última me gustó mucho.

Con respecto a tu respuesta a María, creo firmemente como tú que "Quizá haya gente que secretamente prefiera una sociedad aborregada porque resulta más dócil y 'manipulable".

Disfrutá de tu nueva cámara ya que sé que compartirás las imágenes con los visitantes a la isla.

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