Buen provecho

ATENCIONES EN TIEMPOS REVUELTOS

Nos estamos volviendo hoscos, antipáticos, fríos, desconfiados, en nuestras relaciones con los demás. Hoy no se lleva el ‘buenos días’, ‘muchas gracias’, el ‘de nada’, ‘usted primero’ ‘¿qué se le ofrece?’, acompañado a ser posible de una sonrisa no forzada. Vivimos en una sociedad de estrés, de prisas, de egoísmo, de soledades. Salimos a la calle protegidos de una coraza, tratando de no mostrar ningún flanco frágil. Más que convivencia se torna en ‘desvivencia’, áspera, agria, distante.

Si por ventura encontrares a una persona amable que te acoge con una sonrisa, que te agradece con un gesto de la mano poder incorporarse a la fila de coches o se interesa si necesitas algo, te frotas los ojos, se te ensancha el corazón, te sorprende y te cuesta creerlo.

Ayer, el Náufrago y otros comensales que se sentaron en torno a la olla ferroviaria para compartir una comida amistosa, pudieron ser testigos y objeto de lo que es una atención amable, sin empalago ni protocolo. Aquel hombrón, una especie de doble de Obélix el galo, de rostro y modales amables, estaba pendiente de que nada faltara en la mesa, de que todo estuviera a punto y sufría si en las alubias estuvieran ‘subidas’ de sabor. En su deseo de que los clientes, amigos, estuvieran satisfechos, no le bastaba con atender cualquier necesidad, sentía en sus adentros que se le hubiera ido la mano en el condimento.

Encontrar ‘servicios’ así en los tiempos que corren, ese trato amable y sincero era un añadido más a la comida amistosa y llegaba el momento en que para aliviar preocupaciones un ‘todo está muy bueno’ se constituía en una necesidad para que no se sintiera defraudado. Aún quedan en el mundo personas que tratan de que la vida sea de verdad ‘vivible’.

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