Se les fue la olla…ferroviaria

UNA MAÑANA DE SÁBADO

Cualquier pretexto es válido para que un grupo de amigos se reúnan y disfruten de una hermosa mañana de mayo. En esta ocasión existían dos buenas razones para reunirse: el señuelo del olor de una olla ferroviaria y un paseo por una isla con encanto. Una isla que antaño fuera primero lazareto, lugar de cuarentena donde los barcos provenientes de allende el océano desembarcaban a aquellos que habían contraído enfermedades tropicales o de otro tipo. Posteriormente se convirtió y aún sigue siéndolo, en una “Isla de salud”. De lazareto pasó a ser Sanatorio Marítimo donde se atendía a los afectados por distintas enfermedades o epidemias: viruelas, tuberculosis. Actualmente acoge a una comunidad terapéutica dedicada a la rehabilitación de drogodependientes que es la función que actualmente cumple.

La isla conserva todo el encanto de su paisaje y su situación privilegiada y aún puede verse en situación de gran deterioro pabellones del antiguo Sanatorio Marítimo. De lo que fuera teatro apenas queda en pie un frontal en ladrillos y cerámica donde Melpómene, la ‘melodiosa’ o Talía la ‘festiva’, aguardan la representación las nuevas tragedias o comedias de la vida.

Terminado el paseo, el grupo de amigos se dirigió a una suerte de almacén bodega donde un amable y moderno ‘fogonero’ les tenía preparada la deseada ‘olla ferroviaria’.Cuentan los entendidos – el Náufrago sólo es degustador- que la olla ferroviaria, es un invento de los antiguos maquinistas, fogoneros y guardafrenos del ferrocarril BILBAO-LA ROBLA, comúnmente llamado ferrocarril de la Robla, hoy FEVE
“En el punto medio del recorrido está la estación de Mataporquera (Cantabria). Es aquí donde reposaban las máquinas de carbón y agua, también punto de encuentro de los dos correos, únicos trenes de viajeros que permanecían media hora para comer y de los trenes de mercancías que transportaban carbón y apeas, y tardaban 12 y 14-16 horas respectivamente.

Estos nobles ferroviarios al permanecer tanto tiempo en el trabajo, realizaban las comidas sobre la marcha, surgiendo de su ingenio la olla. Primero usaron un tubo conectado al serpentín de la locomotora a una vasija, consiguiendo unos excelentes cocidos de patatas y carne, garbanzos, alubias etc. Posteriormente se sustituye el vapor por carbón de leña o vegetal, cocinando lentamente unos exquisitos guisos en el vagón de cola del tren, para todos los ferroviarios del convoy, que a la vez les servía de calefacción, costumbre que se expande al instante por todo el pueblo, hasta el día de hoy. Guardafrenos y olleros de Mataporquera difunden el guiso por doquier y sobre todo en Santander.”
Hasta ahí la historia. La otra historia duró varias horas, mientras los ‘nuevos ferroviarios’ daban cuenta esta vez de una olla de alubias con chorizo, panceta, costilla, morcilla y otros aditamentos. Hasta la prensa local quiso tomar nota de estos 'fogoneros' a alguno de los cuales ‘se le va la olla…'ferroviaria, por supuesto.

Comentarios

Sylvia Otero ha dicho que…
Muy buena cobertura de la prensa local, que no podía dejar de difundir el evento.

Me gustó mucho el relato.

Lo que me gustó más fue el detalle de lo que contenía la olla aunque por cierto no es muy light.

Buenas noches!
Julio ha dicho que…
Pues sí, la olla en cuestión es como para funcionar a toda máquina.Aún mejor que la olla fueron las atenciones del 'fogonero', todo atenciones, preocupado por que todo estuviera al gusto de estos peculiares 'ferroviarios'.

Feliz domingo.

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