Decisiones
A veces uno, revolviendo papeles, ordenando libros, haciendo “limpieza”, se encuentra con aquel libro que compró hace tiempo, porque el autor o el tema le interesaba. Un libro que a lo mejor no terminó de leer, por distintas causas, y que al ojearlo de nuevo, encuentra que le dice cosas “nuevas”, cosas, que quizá en aquel tiempo, habría pasado por alto no le habrían “dicho” lo que ahora le están diciendo.
Hablo de un libro, “Palabra de hombre”, y de un autor, Roger Garaudy, que mediados los 70 era un autor muy comentado en ciertos ambientes , llamémoslos “inquietos”, porque “progresistas” me parece que es un término que muchos emplean a la ligera, yo diría que con acento muy retrógrado. (No deja de ser una opinión muy personal). Garaudy era para unos un filósofo, para otros un historiador del arte o el intelectual comunista expulsado de su partido en aquel XIX Congreso, celebrado el 6 de marzo de 1970.
En el discurso que pronunció ante más de 2000 camaradas, dejando de lado inútiles polémicas ...”desarrollé – son palabras suyas - los puntos esenciales, a mi entender, para una victoria del socialismo en Francia: un serio análisis teórico del “nuevo bloque histórico” formado por obreros, ingenieros, técnicos y titulados, una clara definición del modelo de socialismo que pretendíamos construir, y las formas de organización y de estrategia correspondientes.”
Un tremendo silencio acogió sus últimas palabras, al volver a sentarse en su asiento tuvo la sensación de caer a un pozo muy hondo. De los 2000 congresistas, la mayoría de los cuales hasta el día anterior habían sido sus amigos, y entre los que había algunos que compartían sus ideas, ninguno se habían atrevido a decir ni una sola palabra. Salieron de la sala, sin siquiera acercarse, como si fuera un leproso. El partido por el que tanto había luchado, había logrado aherrojar aquellas 2000 voces, de cuya honestidad no dudaba, hasta haberlos convertido en mudos. Al ver sus ideales hechos trizas, sintió cerca la tentación de quitarse definitivamente del medio, porque quizá no valía seguir viviendo cuando uno tiene la sensación de sentirse traicionado.
Sin saber cómo , ni por qué, se dirigió a casa de la que había sido su primera esposa a la que hacía 25 años había abandonado.Nada más llamar, se abrió la puerta , como si una mano estuviese en el pestillo. Al ver la mesa puesta con dos cubiertos, quiso volverse atrás.
Perdona, ¿esperabas a alguien?
Sí, esperaba a uno: a ti. He escuchado tu intervención por la radio”
El milagro de amor de aquella espera, venía a ser el triunfo de la vida sobre la muerte. La simple existencia de un ser como aquél, compensaba de sobra el abandono de millares de seres. “Todavía era posible vivir”.
Quizá me haya extendido en esta anécdota. No era mi intención explicarla, pero me he dejado llevar por el mismo impulso que me ha arrebatado cuando esta mañana releía su “autorretrato” . Porque la verdadera intención de esta reflexión personal, era algo que aparecía unas páginas más atrás de su “autoportrait”, cuando hablaba de “decisiones”.
“¿Cuántas veces en nuestra vida hemos llegado a tomar verdaderas decisiones? Quiero decir decisiones que no nazcan de la rutina, ni de la simple revuelta o negación?
... Por lo que a mí respecta, apenas llego a contar tres de esas decisiones, a partir de las cuales puedo dominar el conjunto de mi vida, dándole unidad y sentido”
Eso lo decía un hombre verdaderamente comprometido con la vida. Podríamos decir que, aún entre los mejores, sobran los dedos de una mano para contar ese tipo de decisiones. Y mi pregunta es, puede que alguno más se la haga :“¿Cuántas decisiones has tomado tú?, mírate bien los dedos de la mano, y responde, después de la publicidad”
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