Gilipolleces de verano
No suelo escribir tacos en esta bitácora, sencillamente porque no me salen. No me salen de ningún sitio.Apenas siento la necesidad de decirlos porque los acontecimientos que comento o las reflexiones – en caso de que lo sean – que expreso no me mueven a ello.Hoy, por dos razones - al menos para mí lo son - me voy a servir de los términos gilipollas y gilipolleces dedicadas a algunas declaraciones o ‘decisiones’ periodísticas recientes. Con todos mis respetos para otros muchos periodistas que dignifican su profesión.
El primero que me pedía que le llamara ‘gilipollas’ es el director de uno de esos ‘periódicos’, panfletos u hojas publicitarias que están proliferando como topillos de verano. Se trata de ese nuevo tipo de prensa que se distribuye gratuitamente por la calle o que depositan sin pedir permiso a nadie en los buzones y que viven, me imagino, de la publicidad barata de los mil productos que promocionan.
Entre esa variedad mediática que prolifera por aquí, además del “Rakeros.com”, “Gente” , supongo que alguno más, está uno titulado “Pueblos de Cantabria”. Ayer recogí del buzón de la casa un ejemplar, aunque en adelante lo dejaré ahí reposar hasta que el conserje decida adónde tirarlo. El artículo que sacó de dentro de mí ese apelativo al que he hecho alusión, es un texto que firma el director de ese panfleto y cuyo título figura en grandes tipos: EL DIRECTOR bajo la etiqueta de “Editorial”.
En el susodicho ‘editorial’, además de empezar diciendo que escribe la ‘columna’ en un estado de ánimo de “bastante mal humor”, hace una defensa muy malhumorada contra la Justicia por el asunto aquel del otro “Jueves”. Vale. Me parece muy bien que exprese con tal enojo y tanta pasión la defensa de la libertad de expresión, también la suya. La gran ventaja que tiene la libertad de expresión es que por lo menos sabemos con que ‘tontolaba’ nos encontramos. El segundo acontecimiento que le ponía tan 'malhumorado' tenía un aspecto humano respetable, pero creo que gastaba su pólvora en salvas, y se contradecía ‘in terminis’.
Terminaba su diatriba afirmando con orgullo: “ Y termino con Dios. De antemano me confieso ateo, y es que hace años que me pregunto si la verdad sirve para algo el ser creyente. Y ojo, que respeto a todo aquel que lo sea”. Que uno crea o deje de creer, es una cuestión muy personal En asunto tan trascendental cada cual puede encontrar tantas ‘razones’, si de ‘razones' se trata, para lo uno como para lo otro. Hay sin embargo en su declaración de ‘ateo militante’, una visión muy utilitaria de eso a lo que llamamos Dios: “no le sirve para nada ser creyente”. Como si se tratara de un coche, un ordenador, un chalet en la playa ... ¿Para qué tenía que servir Dios, en el caso de que existiera? ¿Para ahorrarnos el dolor que sentimos cuando alguien muere y no sabemos las causas.¿ Para evitar que Eva María, su amiga “disminuida física”, que había luchado con coraje por salir adelante, y estaba lográndolo, de pronto viera todos sus sueños desechos por la muerte? Nos negamos a aceptar nuestra realidad y echamos pestes contra ese Dios en el que decimos que no creemos, afirmamos que respetamos a los que sí creen y lanzamos este exabrupto: “De verdad, si hay Dios, o está de vacaciones o es un gilipollas”.
Aunque personalmente no crea en ese Dios que me enseñaron, no me permitiré nunca llamarle de ese modo, es una forma absurda e incoherente de no creer. Por otra parte siento todos mis respetos por las personas que encuentran su consuelo o su razón verdadera de vivir en sus creencias. Pero no me gusta tampoco la ‘religión atea’ y a los que hacen exhibición y apología de su ‘ateismo’.
Iba a comentar la otra ‘gilipollez’, pero creo que es mejor que lo deje para una próxima entrada.
El primero que me pedía que le llamara ‘gilipollas’ es el director de uno de esos ‘periódicos’, panfletos u hojas publicitarias que están proliferando como topillos de verano. Se trata de ese nuevo tipo de prensa que se distribuye gratuitamente por la calle o que depositan sin pedir permiso a nadie en los buzones y que viven, me imagino, de la publicidad barata de los mil productos que promocionan.
Entre esa variedad mediática que prolifera por aquí, además del “Rakeros.com”, “Gente” , supongo que alguno más, está uno titulado “Pueblos de Cantabria”. Ayer recogí del buzón de la casa un ejemplar, aunque en adelante lo dejaré ahí reposar hasta que el conserje decida adónde tirarlo. El artículo que sacó de dentro de mí ese apelativo al que he hecho alusión, es un texto que firma el director de ese panfleto y cuyo título figura en grandes tipos: EL DIRECTOR bajo la etiqueta de “Editorial”.
En el susodicho ‘editorial’, además de empezar diciendo que escribe la ‘columna’ en un estado de ánimo de “bastante mal humor”, hace una defensa muy malhumorada contra la Justicia por el asunto aquel del otro “Jueves”. Vale. Me parece muy bien que exprese con tal enojo y tanta pasión la defensa de la libertad de expresión, también la suya. La gran ventaja que tiene la libertad de expresión es que por lo menos sabemos con que ‘tontolaba’ nos encontramos. El segundo acontecimiento que le ponía tan 'malhumorado' tenía un aspecto humano respetable, pero creo que gastaba su pólvora en salvas, y se contradecía ‘in terminis’.
Terminaba su diatriba afirmando con orgullo: “ Y termino con Dios. De antemano me confieso ateo, y es que hace años que me pregunto si la verdad sirve para algo el ser creyente. Y ojo, que respeto a todo aquel que lo sea”. Que uno crea o deje de creer, es una cuestión muy personal En asunto tan trascendental cada cual puede encontrar tantas ‘razones’, si de ‘razones' se trata, para lo uno como para lo otro. Hay sin embargo en su declaración de ‘ateo militante’, una visión muy utilitaria de eso a lo que llamamos Dios: “no le sirve para nada ser creyente”. Como si se tratara de un coche, un ordenador, un chalet en la playa ... ¿Para qué tenía que servir Dios, en el caso de que existiera? ¿Para ahorrarnos el dolor que sentimos cuando alguien muere y no sabemos las causas.¿ Para evitar que Eva María, su amiga “disminuida física”, que había luchado con coraje por salir adelante, y estaba lográndolo, de pronto viera todos sus sueños desechos por la muerte? Nos negamos a aceptar nuestra realidad y echamos pestes contra ese Dios en el que decimos que no creemos, afirmamos que respetamos a los que sí creen y lanzamos este exabrupto: “De verdad, si hay Dios, o está de vacaciones o es un gilipollas”.
Aunque personalmente no crea en ese Dios que me enseñaron, no me permitiré nunca llamarle de ese modo, es una forma absurda e incoherente de no creer. Por otra parte siento todos mis respetos por las personas que encuentran su consuelo o su razón verdadera de vivir en sus creencias. Pero no me gusta tampoco la ‘religión atea’ y a los que hacen exhibición y apología de su ‘ateismo’.
Iba a comentar la otra ‘gilipollez’, pero creo que es mejor que lo deje para una próxima entrada.
Comentarios
Si no cree en Dios, ¿a qué viene descargar su frustración contra El?. Es incoherente.
No hay ideas que duren o que evolucionen consecuentemente, vivimos en una sociedad de usar y tirar, de actuar según las conveniencias y no según los principios.
Pedir al menos un poco de 'coherencia' es como pedir un poco de 'por favor',o sea, demasiado.
Douce , la 'Filósofa'.