Reflexión medioambiental

No me gustan los sermones. De ningún tipo. Quizá porque me han sermoneado de todas formas, en todo tiempo, en cualquier parte, con cualquier pretexto. Quizá por eso huyo de tanta ley, de tanto consejo, de tanta admonición, de tanto dogma, de tanto estatuto, de tanto partido, de tanto monopolio de la verdad.

Si hoy me he decidido a hablar del Medio Ambiente no quisiera parecer un talibán ecológico. Es una simple cuestión de sensibilidad, y esas cosas no se enseñan, ni se aprenden, se sienten o no se sienten. Cuando me paseo por mi barrio, donde abundan los espacios verdes, y veo cada mañana botellas, bolsas de plásticos, papeles, envoltorios de todo tipo de golosinas, paquetes de tabaco, por no mencionar cosas más íntimas, hay algo que se me remueve en mi interior y no comprendo que haya gente que encuentre normal dejar tirados sus desperdicios sin que una sensación interna se lo impida. Por supuesto las papeleras ya no existen, o sólo queda algo de lo que fue papelera y ahora sólo conserva su ‘esqueleto’ que se abraza tercamente a una farola.

Hoy, al bajar a la playa, que al no ser de ‘Primera’, debe esperar que al operario fluorescente aparezca por allí cuando haya terminado otros menesteres. Hacía algún tiempo que no frecuentaba mi cala, pero la fuerza de la costumbre y otros atractivos me ha llevado de nuevo a ella. Ayer – no tenía la cámara – aparecía con los restos de un nocturno botellón con todo lo que conllevan esos festejos. Botellones de toda clase de licores, vinos y refrescos, bolsas de los supermercados aledaños, amén de toda clase de ‘tetra paks’ de todas las especies y ‘globitos’ jaraneros.

Hoy, antes de que barrendero de azul y oro bajara al ‘ruedo’, horca y rastrillo en mano diestra , una gran bolsa negra en la otra, la marea había dejado restos de los barcos que hacen su zafarrancho de limpieza cerca de la cala. Eran las once la mañana cuando el valiente lidiador de la basura pisó la arena y con paciencia y parsimonia fue recogiendo algas, bolsas, recipientes y un botellón enorme de plástico de difícil clasificación. Allí clavó en la arena su horca cuatridente, mientras que las uñas del rastrillo acumulaban los restos del ‘naufragio ecológico’ e iba llenando su bolsa negra.

Cualquier comentario que añadiera este Náufrago estaría ya de sobra.

Comentarios

Entradas populares