De bandos, banderas y banderías
DECISIONES SALOMÓNICAS
Cada día ocurren por aquí, por este país llamado otrora las Españas, cosas muy curiosas que uno no sabría decir si son trágicas, cómicas, líricas o de recochineo patrio. Siendo así lo que a diario ocurre por estos pagos con los himnos, las banderas, el vocabulario, la sintaxis y otros retorcimientos lingüísticos, uno debe mirar el terreno que pisa antes de soltar un palabro. Hay que usar circunloquios, hay que hacer juegos malabares con las palabras, tirar de la metáfora, sacar el polvo al diccionario, para que nadie se sienta ‘ofendido’ porque tenemos la sensibilidad a flor de piel, si no es de petardo. Nuestra sensibilidad patriótica, nacional, o como coño se llame se siente herida, por un quítame allá esa bandera. Pónmela, pónsela.
El Náufrago ha expresado aquí más de una vez, el horror que siente cada vez que la gente se pone a hablar de lengua, patria, bandera, himno, credos, y demás ‘señas identificativas’, como si fueran las religiones, las naciones, las banderas o los himnos los que nos definieran como ‘personas’. Si todas esas palabras sirven más para separar que para unir a las personas, se tornan aborrecibles. Si hago de ‘mi bandera’ una ‘razón’ para decir: ‘odio la tuya’, estamos haciendo un pan como unas hostias.
Entonces surgen las acrobacias sobre la frágil línea del alambre por la que hay que andar para dar ‘insatisfacción’ a todos. ¿Cómo se va a satisfacer a los que quieren excluirse unos a otros?. Todos los años, por estas fechas, se repite la misma fiesta con “Pónme la bandera Pepelui, quita la bandera Pepelui...” En lugar de Pepelui, pongan Iñaki y tienen el lío armado. Ni Salomón encontraría por dónde hay que cortar al niño para que las madres que lo parieron se pongan de acuerdo.
Ignoro si al final don Azkuna ha tirado por el camino del medio, que es lo mismo que coger el que no va a ninguna parte, porque de eso se trata. Así que las ponemos sólo un poquitín y luego las quitamos.
Hay ocasiones en que imponderables nos invitan a meterla sólo un poquitín. La pata.
Cada día ocurren por aquí, por este país llamado otrora las Españas, cosas muy curiosas que uno no sabría decir si son trágicas, cómicas, líricas o de recochineo patrio. Siendo así lo que a diario ocurre por estos pagos con los himnos, las banderas, el vocabulario, la sintaxis y otros retorcimientos lingüísticos, uno debe mirar el terreno que pisa antes de soltar un palabro. Hay que usar circunloquios, hay que hacer juegos malabares con las palabras, tirar de la metáfora, sacar el polvo al diccionario, para que nadie se sienta ‘ofendido’ porque tenemos la sensibilidad a flor de piel, si no es de petardo. Nuestra sensibilidad patriótica, nacional, o como coño se llame se siente herida, por un quítame allá esa bandera. Pónmela, pónsela.
El Náufrago ha expresado aquí más de una vez, el horror que siente cada vez que la gente se pone a hablar de lengua, patria, bandera, himno, credos, y demás ‘señas identificativas’, como si fueran las religiones, las naciones, las banderas o los himnos los que nos definieran como ‘personas’. Si todas esas palabras sirven más para separar que para unir a las personas, se tornan aborrecibles. Si hago de ‘mi bandera’ una ‘razón’ para decir: ‘odio la tuya’, estamos haciendo un pan como unas hostias.
Entonces surgen las acrobacias sobre la frágil línea del alambre por la que hay que andar para dar ‘insatisfacción’ a todos. ¿Cómo se va a satisfacer a los que quieren excluirse unos a otros?. Todos los años, por estas fechas, se repite la misma fiesta con “Pónme la bandera Pepelui, quita la bandera Pepelui...” En lugar de Pepelui, pongan Iñaki y tienen el lío armado. Ni Salomón encontraría por dónde hay que cortar al niño para que las madres que lo parieron se pongan de acuerdo.
Ignoro si al final don Azkuna ha tirado por el camino del medio, que es lo mismo que coger el que no va a ninguna parte, porque de eso se trata. Así que las ponemos sólo un poquitín y luego las quitamos.
Hay ocasiones en que imponderables nos invitan a meterla sólo un poquitín. La pata.
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