Cartas portuguesas III
El Náufrago, que es poco televidente, tiene a veces gustos extraños. Para evitar que le reclamen derechos de copyright se ha puesto a traducir algunos párrafos de Sor Marina Alcoforado, la moja portuguesa.
Cuando su galán se piró del Algarve rumbo a la France, la apasionada religiosa quedó preocupada por lo que pudiera sucederle en esos procelosos mares. Junto a los riesgos marinos temía otros, que el olvidadizo capitán se hubiera marchado para poner mar por medio. De nuevo su corazón luchaba entre la paradoja de amar y perdonar al mismo tiempo, de reprochar mientras se sigue amando.
Cartas de la monja portuguesa. (Carta segunda)
Cuando su galán se piró del Algarve rumbo a la France, la apasionada religiosa quedó preocupada por lo que pudiera sucederle en esos procelosos mares. Junto a los riesgos marinos temía otros, que el olvidadizo capitán se hubiera marchado para poner mar por medio. De nuevo su corazón luchaba entre la paradoja de amar y perdonar al mismo tiempo, de reprochar mientras se sigue amando.
“Vuestra injusticia y vuestra ingratitud son extremas: pero me sumergiría en la desesperanza, si os causaran algún mal. Prefiero que no os castiguen a sentirme vengada. Lucho contra todos los indicios que deberían convencerme de que me amáis muy poco y estoy más dispuesta a echarme ciegamente en los brazos de mi Pasión que a las razones que me dais para quejarme por vuestro poco interés. ¡Cuántas preocupaciones me habríais ahorrado si vuestro proceder hubiera sido tan poco apasionado los primeros días en que os conocí, como el que he sentido desde hace algún tiempo!
Pero ¿quién no se habría sentido engañada, como yo, por tantas atenciones y no le hubieran parecido sinceras? ¡Cuánto cuesta sospechar de la buena fe de quien se ama!”
Cartas de la monja portuguesa. (Carta segunda)
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