Hablando con los muertos ‘vivos’

CHARLA CON JUAN DE MAIRENA

A veces resulta más instructivo y más reconfortante hablar con los muertos ‘vivos’, que con los vivos ‘muertos’. ¿Complicado? ¿Paradójico? Me explico. A menudo, al Náufrago le gusta hablar con muertos que dejaron un testimonio vital en sus escritos. Lo prefiere a conversaciones casi vacías con gente que no tienen nada ‘vivo’, personal, propio, que contarle. No diremos dónde mantiene esas conversaciones ‘vivas’, porque podría resultar chocante. Así que nos ahorraremos esa parte y contaremos la breve, pero sustanciosa conversación, que mantuvo esta mañana , con don Juan de Mairena, que no tiene nada que ver con el maestro del cante, don Antonio. Aunque el ‘cante’ de Juan no por eso deja de ser ‘jondo’, hondo.

Juan de Mairena fue el heterónimo del que se sirvió Antonio Machado para escribir sus “sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo”. Unas reflexiones que discurren entre la lección académica, la filosofía, la literatura y el escepticismo comprometido. Su poesía, más popular, más íntima y también más cercana ha dejado, para la mayoría de sus lectores, en un segundo plano su obra en prosa, pero en ella se descubre al Machado pensador, el Machado profesor, el Machado escéptico comprometido. El Antonio Machado que ‘conversaba con el hombre que llevaba consigo, y le enseñó el secreto de la filantropía’. Con ese Machado ha conversado el Náufrago esta mañana. Y esto es, entre otras cosas lo que le dijo:

“Ellos (se refería a Unamuno, Baroja, Valle Inclán..., llamándoles ‘jóvenes veteranos del 98’) se salvarán, porque no carecen de pies ligeros y plumas recias. Pero vosotros tendréis que defender su obra del doble Index Librorum Prohibitorum que la espera: del eclesiástico, indefectible y... del otro. Del otro también, porque frente a los que sestean a la sombra de la iglesia están los que duermen al sol, sin miedo a la congestión cerebral, los cuales llevan también el lápiz rojo en el bolsillo”. Quien tenga oídos para oír, que oiga; quien tenga ojos para ver, que vea. Y si no, siempre nos quedará el gusto y el olfato.

También le habló de patrias,de Migueles,de convicciones, de los ingleses y del hombre cinético, este hombre apresurado, en continuo ir y venir a ninguna parte. Y le hizo esta personal confidencia, de 'ex-profesor' a ‘ ex-profe’:

“Mairena no era, en verdad, un hombre modesto; pero no aceptó nunca la responsabilidad de las afirmaciones rotundas, ni aún tratándose de su propia honorabilidad.

- Porque yo – dijo un día en clase -, que he vivido, hasta la fecha, con relativa dignidad...
- Relativa no, maestro – le atajó un discípulo -, ¡absoluta!
- Porque yo – corregía Mairena – que viví hasta la fecha con una decencia tan considerable, que obtuvo, alguna vez, la hiperbólica reputación de absoluta...”

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