¿ Cómo estaba la playaaa...?

EL HOMBRE Y SU PERRO

Alguien preguntó al Náufrago ayer:

- “¿Cómo está Santander?” Se refería, como es natural, dadas las fechas que corren, si se notaba la invasión turística .

El Náufrago se vio en un apuro, porque, aún viviendo en la ciudad, apenas conoce la realidad de la gente que la habita. O sea que cumple, en gran parte, su función de náufrago algo solitario. La razón es que huye del centro de la ciudad y de sus atascos. Raramente baja por la tarde, cuando la gente ya ha terminado su sesión playera y se pasea, llena las terrazas, o se sienta en los bancos para observar la vida ciudadana, compra helados, visita el Barrio Pesquero o tomas unas cervezas.

- “ Si te digo la verdad, no sé darte una respuesta” contestó a su interpelante, tratando de ser sincero.

La única referencia sobre si los visitantes han invadido la ciudad sólo puede establecerla por la clientela veraniega que se refugia en su cala de los Molinucos. Desde allí puede percibir, lejos, a la derecha,las masas sedentes o que se pasean por las dos secciones que componen la playa del Sardinero: la Primera y su Segunda playa, según denominación popular. Hoy, dado que también en la cala había recalado más gente que de costumbre, podría dictar un diagnóstico más exacto:

-- “¿ Cómo está la plaza? ¡Abarrotáaa!

Pero, aún así, la cala está habitable y sigue acudiendo alguna persona que al Náufrago se le antoja entrañable. Ya ha hablado de él, mejor dicho, de ellos, alguna vez. Diríamos ‘El hombre y su perro’. Es un señor mayor que acude puntualmente todas las mañanas a la ‘playuca’. Para no dar lugar a las protestas de la gente a la que ‘molestan los perros’, aunque no hagan cosas peores que otros ‘playeros’, lo deja atado a una barandilla y él baja a darse un baño. El pobre can ladra durante algunos minutos lamentando la ausencia momentánea de su amo, luego enmudece y no pierde de vista la pista de su dueño.

Hoy, que hacía algo más de calor, después de darse el baño, ha subido las escaleras donde se encontraba su perro, lo ha desatado, y llevándole con su correa, sin soltarle, se han metido los dos en el agua para que el can se refrescara. Atado, el perrito braceaba o pateaba más bien, contento de poderse dar un chapuzón. Luego, todavía sin soltarle le ha llevado hasta la roca donde se encontraba el Náufrago, ha sacado de su mochila una toalla y ha secado al animal que deseaba hacerlo revolcándose en la arena. Le ha secado, sin soltarle, mientras un perro cascarrabias se acercaba tratando de entablar alguna ‘charla canina’. Pero el animal no se apartaba de su amo mientras éste hacía ejercicios acrobáticos, para poder secarse, ponerse el bañador, sin soltar a su perro.A punto estuvo el Náufrago de ofrecerse para sujetar al animal y que el hombre pudiera hacer la operación vestimental sin tanta filigrana. Pero no fue necesario.

Como siempre, juntos, en ese punto de la vida en que algunos hombres se sienten más cerca del animal y éstos, a su vez, se tornan aún más humanos, emprendieron el camino de regreso haciéndose compañía mutuamente.

Hasta mañana

Comentarios

El burro Romero ha dicho que…
Hola, Náufrago;

¡Me encanta esta historia playera!

Saludos desde el establo

PS: Gracias, Douce por acordarte de Bienvenida, es una burra que se hace querer.

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