«Las manos de mi hijo Aylan se escaparon"

El padre del niño muerto en una playa turca rechaza el asilo de Canadá y vuelve a Siria

Los detalles de la historia tras la foto de Aylan, el pequeño sirio fallecido en una playa turca, sobrecogen como la instantánea misma. Según contó desde Canadá una familiar del único superviviente de la familia Kurdi, el Gobierno del país americano había rechazado el pasado junio dar un visado a los Kurdi. Y tuvo anteayer que volcar su bote frente a la costa turca y morir madre y hermanos para que ayer Ottawa les hiciese una oferta de asilo, rechazada por el viudo.
Según ha sabido EL MUNDO, el matrimonio Kurdi eran primos y, aunque oriundos de Kobane, residían en Damasco, la capital de Siria. Pero la guerra que asola el país desde 2011, a espaldas del mundo, empobreció sus vidas y los condenó al ostracismo. Su objetivo era Canadá, donde la hermana de Abdulá, el padre, trabaja de peluquera.
Una cadena de fatalidades, después de la negación del visado, truncó el sueño de prosperidad de los Kurdi. «Pagamos a los organizadores –contrabandistas– dos veces antes de cruzar a [la isla griega de] Kos», explicó ayer Abdulá desde Turquía. «En el primer intento los guardacostas nos capturaron en el mar y luego nos liberaron. En el segundo, los organizadores no trajeron el barco». Tras pagar una fortuna en dos intentonas, Abdulá adquirió una pírrica barquita hinchable, no muy diferente de las playeras.
«Empezamos a remar hacia Kos. Después de alejarnos unos 500 metros de la costa en el bote empezó a entrar agua y se nos mojaron los pies. A medida que aumentaba el agua cundía el pánico. Algunos se pusieron en pie y el bote volcó. Yo sostenía a mi mujer de la mano», recordó. En medio del mar, el pánico llegó al extremo. «Las manos de mis dos niños se escaparon de las mías, intentamos quedarnos en el bote, pero el aire disminuía. Todo el mundo gritaba en la oscuridad. Yo no lograba que mi esposa y mis hijos oyeran mi voz», añadió el malogrado padre.

El padre logró alcanzar la costa creyendo que sus familiares también lo habían hecho y habían huído al punto de encuentro, en la ciudad de Bodrum. Ellos jamás llegaron, y Abdulá supo más tarde, en el hospital, de la suerte de Aylan y Galip, sus hijos de tres y cinco años, y de Zahim, su mujer. Y la oferta de acogida de Canadá llegó ayer.
«Quiero que el mundo entero nos escuche desde Turquía, donde hemos llegado escapando de la guerra. Tengo un gran sufrimiento. Hago esta declaración para evitar que otras personas sufran igual», declaró Abdulá Kurdi según medios locales
«He recibido una oferta del Gobierno de Canadá. Pero después de lo ocurrido no quiero ir. Voy a llevarme los cuerpos primero a Suruç [ciudad turca en la frontera con Siria] y luego a Kobane. Pasaré el resto de mi vida allí».

La fotografía del pequeño Aylan, de tres años, ahogado en la playa de Budrum (Turquía) ha removido las conciencias de Europa cuatro años después del comienzo de la guerra siria. Su instantánea icónica ha caido como una bomba sobre los líderes europeos, atrapados entre la inacción y la ola de solidaridad popular, lo que les ha obligado a actuar. Las redes sociales y su capacidad para multiplicar el mensaje han hecho el resto. Lo que no han conseguido miles de muertos lo ha removido una foto. El poder de la imagen.


LLUÍS MIQUEL HURTADO/ ESTAMBUL 
ESPECIAL PARA EL MUNDO 
ALBERTO ROJAS 

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