Animalandia, país idílico


UNA NOCHE EN ANIMALANDIA

Los amigos de ANIMALANDIA.- DOUCE
Érase un día de abril cuando un hombre medio normal, más medio que normal, harto de vivir en el mundo de los llamados humanos  decidió irse a vivir a ‘Animalandia’. Dejó atrás su casa, su coche, el pijama y un aparato por donde sólo aparecían caras y baratas que no hacían más que gruñir y tirarse de los pelos, por no señalar otras partes de su anatomía que no autonomía. A él le acompañaba una perrita que saltaba de alegría al saber que, por fin, visitaría Animalandia.

Can y bípedo – y no piensen mal – porque ya les conocemos con los juegos de palabra. Pues sí, bípedo, porque servidora, la llamada can o perra, es cuadrúpeda y así aclaramos la cuestión de pies y patas. En fin, que ya me han distraído. Bípedo y cuadrúpeda, salieron una noche de abril, camino de Animalandia. Iban felices  y en una noche de sueños  llegaron al supradicho país.

Allí nos recibieron un loro y un gato que estaban ‘jugando’  y según nos dijeron se llamaba “Picopata”. Algo cansados, los viajeros soñadores se arrellanaron en un sofá y asistieron al juego. Venidos de donde venían aquel juego ‘picopato’ les parecía una delicia. Disfrutaban  viendo la flexibilidad del gato y la altivez del ave. ¡Oh! un país donde  no había ni trenes, ni coches, ni parlamentos y sobre todo no habían parla-mentarios…

Podríamos contarles más historias de ese país idílico y feliz, pero para eso, si quieren descansar un poco de sus fatigas, les invitamos a ver cómo se vive en ‘Animalandia’…

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