Cosas del Náufrago


 DOUCE  CUMPLE CON SU CONDICIÓN DE BECARIA

Michel Rostain: "Le fils". Premio Goncourt 2011
No sé si los visitantes de esta isla habrán percibido que el Náufrago de esta isla  es un ‘divino impaciente’, o dicho en castellano llano un ‘cagaprisas’. Siente una cosa e inmediatamente debe ‘atraparla’ o resolverla, según de donde sopla el viento. Hace dos días interesándose por la desaparición de un periódico, se encontró por casualidad con un artículo y enseguida intuyó que era algo que le interesaría. El periódico en cuestión, que anteayer cerró su puerta de papel - por cierto  aunque para el Náufrago no era lectura habitual ni participaba de muchas de sus opiniones-  lamenta que por razones económicas, no pueda seguir apareciendo ya que hay gente que piensa de esa guisa.

Pero no nos apartemos del Náufrago y sus ‘espontaneidades’. El artículo en cuestión hablaba de un libro que el año pasado había recibido el Premio Goncourt (una especie de Planeta pero a la francesa). El título era  escueto: “El hijo” y el articulista seguía; “En 2002, el hijo de Michel Rostain (1942), un chaval de 20 años sano y con las mismas inquietudes que cualquier chico de su edad, moría de una meningitis fulminante. De un día para otro. Una fiebre alta, un microbio maligno y se acabó.”

Pasados seis años de dolor y de trabajo el padre oía una voz que le cantaba como una salmodia: "¿Por qué lloras, papá?" y que le empujó a escribir: "Una muerte es una catástrofe, pero una catástrofe no tiene nada de malo ni de bueno. Simplemente, es una catástrofe", explicaba Rostain a Público sobre el canto a la vida que supone esta novela sobre la muerte.” Desde el primer momento se puso a teclear, no para transmitir dolor ni lástima, sino eran sentimientos que él había vivido: "y no me gustaron, por lo que no quería que nadie los sintiera”.

Volvamos a las ‘prisas’ del Náufrago. Con estos antecedentes  intuyó que se trataba de un libro que le gustaría leer. Véanle recorriendo todas las librerías de la ciudad, dos y el Corte Inglés para ser exactos, y en los tres sitios la misma respuesta: “Lo hemos tenido, hemos pedido  que nos envíen más ejemplares y no sabemos cuándo llegarán”. Cuando al Náufrago le dicen eso de que si lo quieren ‘tendrá que esperar no sabemos cuánto” es atacar uno de sus puntos flacos. Insistió por si tenían la versión original, le remitieron a la sección correspondiente y allí tampoco les sonaba, ni cuando les sonaría.

Al llegar a casa le faltó tiempo para buscar otros medios. Repasó toda una serie de diferentes de artículos de distintos medios franceses, vio algunos vídeos y a medida que escuchaba y veía entrevistas más o menos bien llevadas, más sintió la urgencia. En la ‘novela’ no habla el padre es el hijo el  que le habla a su padre entre el dolor y el humor. Era una especie de Douce cuando yo  hablo del Náufrago. He aquí  cómo el padre pudo hacer frente a un sentimiento que de otro modo sería incapaz de asumir una vivencia muerta/viva:

He aquí una parte de su relato:

A los once días después de mi muerte, mi papá fue a llevar mi edredón a la tintorería. Subir la calle Cuédic, los brazos cargados con toda mi ropa de cama, y mi nariz encima.  Dice para sí que aspira mi olor. En realidad, apesta, yo nunca  había echado a lavar ni las sábanas ni ese edredón. Eso ya no choca. Al contrario, subsiste todavía algo de mí en los pliegues blancos que lleva a la tintorería como si llevara el santo sacramento. Papá llora la nariz hundida en el algodón. Lo aprovecha. Aspira todavía un poco de edredón y, por fin, empuja la puerta de la tienda.

Papá no puede arrastrar todo eso. Pésames, etc. El señor de la tintorería - más pésames, etc. - recoge el edredón. Papá habría deseado que aquello durase, una cola de espera, una entrega, una tempestad, lo justo para que eso dure un poco más, trocitos de mi olor. Papa lo entrega, él pierde, me pierde.”

Todo esto alimentó más su deseo de leer las palabras del 'hijo'  y ya ha encargado que se lo envíen lo más pronto posible. Como becaria, para su satisfacción y la mía, no le he impedido que tome las decisiones a su modo, que yo seguiré las mías. Forma parte de nuestro compromiso.
***

Comentarios

Campurriana ha dicho que…
No suena mal. Ese olor de las sábanas es algo que hemos experimentado, en cierto modo, todos. Aquel amor que se fue dejando sólo el aroma de su cuerpo sobre las sábanas...algo de él quedó en esa cama al menos hasta la siguiente lavadora...

Me gusta.
:)
Douce ha dicho que…
Acabo de recibir ese libro y responde a lo que pensaba. La muerte de un hijo que explica las sensaciones que siente su padre tras su muerte. Una manera para que el padre desde la 'distancia' pueda expresar ideas, sensaciones, reflexiones de vida.La mezcla de un dolor contenido, de un humor que alivia, cura la pena y abre los ojos a la vida.

He leído tan sólo unas veinte páginas pero se lee fácilmente, salpicado de anécdotas, recuerdos reflexiones, preguntas y olor a vida y a hijo.Seguiré leyendo a trocitos porque más que una 'historia', son retazos de pensamientos, reflexiones y sentimientos.

Lo suficiente para mantenernos a la distancia justa del 'desmundo' que nos circunda.

Feliz semana
Campurriana ha dicho que…
Buena idea eso de dejarse llevar por las lecturas de libros y no de papeles de prensa...

Buena idea, Náufrago. He empezado con uno que ha tenido mucho éxito. El tiempo entre costuras. Tiene buena pinta.

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