Carnavalesco


Cuando alguien se a-Isla cada vez más y se siente cómodo, no es porque se haya vuelto un bicho raro ni mis-ántropo, porque no ‘odia’ al ser humano, según la etimología. Si es capaz de amar a un perro, sentir la atención de la más mínima sonrisa, saber entender, aceptar, agradecer lo que le dice alguien que razona y le explica lo que dice, aunque no piense igual, pero lo siente justo, quiere decir que entiende y aprecia  a los que son ellos mismos. Al 'isleño'  no le  gustan tampoco los ‘aduladores’ baratos, porque no aprecia las falsedades o las mentiras. Si es así, puede parecer extraño que huya cada vez más de  grupos, partidos, religiones, asociaciones que se ponen títulos, arrastran multitudes, ordenan, dirigen, protestan y en sus protestas no se acompasa lo que son con lo que predican. Por eso hoy, cuando sonaron las trompetas llamando a rebato recordó a Brassens: la música que marca el paso ‘ne me  regarde pas’. Y no es que se quedara en la cama igual. Hay alguien que sabe muy bien acompañar.

Juntos, el isleño y su becaria prefirieron bajar hasta Cádiz para alegrar la tarde. Afortunadamente hay ‘músicas’ que todavía son capaces de despertar sonrisas y dar gracias al ser humano.





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