Callejeando

MÚSICA EN LA CALLE

Ahora que llega el buen tiempo, si es que termina de llegar a estas ciudades del norte, las calles cobran una nueva vida. Hay una calle peatonal en el centro de su ciudad que el Náufrago frecuenta. Allí, a la puerta de una de las librerías más concurridas, suele ponerse un músico, un guitarrista, que trata de poblar la calle con la melodía de las notas que arranca a las cuerdas de su guitarra. Sentado en una sillita plegable, su guitarra conectada a un amplificador pasa las horas tocando su particular concierto. En la calle, afortunadamente, no hay ruido de coches, de autobuses o furgonetas de reparto. Se puede oír distintamente su “ Jeux interdits”, el “Adagio” del Concierto de Aranjuez, la “Granada” de Albéniz o “Recuerdos de la Alhambra”…Pero no es de su música de lo que el Náufrago quería hablar .O sí. Permítanle antes que les recuerde una anécdota que sin duda ya conocen.

Es la historia de un ciego que unos sitúan sentado en un parque, otros en una calle de Nueva York o en el andén del metro de Paris. El lugar no hace al caso. A sus pies una gorra, a su lado una pizarra con este texto escrito con tiza blanca: “AYÚDEME, POR FAVOR. SOY CIEGO”. Acierta a pasar por allí un publicitario, ve el cartel y las pocas monedas que hay en la gorra. Sin decir una palabra, coge la pizarra, le da la vuelta y escribe algo. Deja de nuevo el cartel al lado del ciego y sigue su camino.

Al atardecer, de vuelta de su trabajo, vuelve a pasar por delante del ciego. Su gorra está casi llena. Al oír sus pisadas el ciego reconoce al publicista y le pregunta si había sido él el que había cambiado su letrero insistiendo en saber lo que había puesto.

-“Nada que no estuviera de acuerdo con su anuncio, pero con otras palabras”, le contesta y sonriendo continúa su camino. El ciego, cuentan, nunca supo lo que el publicitario había escrito:

“HOY ES PRIMAVERA Y YO NO PUEDO VERLA”.

El músico de nuestra calle no es ciego. Va correctamente vestido, no es viejo y no busca, ni lo intenta, inspirar compasión. Sólo dispone de su guitarra. Simplemente ama la música y disfruta tratando de compartir con los viandantes su arte y su pasión. En la funda de su guitarra tiene también un cartel, escrito a mano, sobre papel pautado.

El cartel no parece que despierte la generosidad de los viandantes. A veces un niño se agacha y le deja una moneda. Los paseantes parecen tener prisa y casi nadie se detiene a escuchar las notas que arranca a su guitarra. Quizá les falta tiempo y no pueden detenerse. No tienen tiempo siquiera de leer el cartel. Quizá el texto no sea tan poético como el del publicista. El del guitarrista, sin dejar de ser bello, es quizá demasiado sincero, demasiado cruda la realidad que describe, quizá dibuja con demasiada exactitud al ‘paseante’ de hoy: apresurado, indiferente, aborregado, incapaz de sentir la nostalgia de unas notas. El cartel dice así

El tumulto pasa indiferente,
sin escuchar tus descorazonados lamentos,
Sin posar su mirada sobre las cuerdas que gimen.
Ninguna sonrisa responde a la melodía.
Quizá alguna moneda como perdida.
Otros, tal vez, sientan compasión
cuando sólo tus notas son capaces de disipar la melancolía.” LUTIN


"Jeux interdits"

Comentarios

El burro Romero ha dicho que…
este es bueno para el poemario de douce. ;) (que desde lo de la Mandrágora no habéis añadido nada)
Anónimo ha dicho que…
Aquí, en Málaga, en una céntrica calle peatonal, similar a la que describes, fluyen este tipo de músicas. Personalmente, guardo el recuerdo de un joven, más o menos de mi edad –quizá eso me llamó más la atención– que en una tarde de invierno interpretaba con gran destreza una conocida “Danza Húngara” de Brahms.

No sé bien por qué, pero se me grabó en el recuerdo su imagen, su tez, su rostro probablemente eslavo, o balcánico. Su figura en medio de la ajetreo, del paisanaje en una mañana de Navidad. Cuando menos, da que pensar.

Un cordial saludo, Julio
Douce ha dicho que…
Romero, hemos tenido que dejar el 'poema(dia)rio', porque la cervicales de mi papá se resienten y el 'trauma' le ha aconsejado que no pase demasiado tiempo delente del ordenador. Así que hemos tenido que 'sacrificar' ese capricho. Lo sentimos.

Gracias a tí, a Iván y también a José María por seguir visitando la isla.

Abrazo y 'guauuss' para todos.

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