Déjeuner sur l'herbe

El Náufrago, que es de natural ingenuo, enfermedad congénita que algunos individuos arrastran hasta su muerte, se quedó con la copla del desayuno que le contó su amigo ayer y ni corto ni perezoso quiso probar fortuna esta mañana. Hallábase en un barrio periférico de la ciudad, a la espera de que le entregaran su coche recién reparado. Mientras remataban algunos pequeños detalles entró en un bar cercano lleno de máquinas tragaperras, operarios de la construcción haciendo una pausa en el trabajo y algún ama de casa que se jugaba la vuelta de la compra en una de esas máquinas que se tragan las monedas.

El Náufrago se hizo un hueco en la barra y el ‘barero’, rollizo y campechano, soltó el clásico: “Hola jefe, ¿qué va a ser?” Campechanía por campechanía le dijo lo que quería, pensando en su amigo de ayer: “un café descafeinado de sobre, taza grande y croissant a la plancha”.

Se oía la salmodia de las monedas en la máquina, las conversaciones en voz alta de los clientes… Sobre el mostrador apareció la taza (big size) con la leche, el sobre con nestcafé y la bolsita de azúcar. Más tarde aparecería el ‘cruasan’ con la mantequilla, algo rancia, y la correspondiente mermelada. El Náufrago cogió los ‘trebejos’ de comer y se sentó en una de las mesas. Miró a su alrededor y su pensamiento voló hasta la terraza del Paseo de Pereda, amplia sombrilla protectora del sol, con vistas a la bahía, que le había descrito su amigo. El cuadro que se le ofrecía era más bien de bodegón que el “ Déjeuner sur l’herbe” de Manet.

Dio cuenta de su café, de su ‘cruasán’, apenas utilizó la mantequilla y lo compensó con algo más de mermelada. Seguía pensando en su amigo… Sobre la mesa, ningún ticket, ningún nombre de camarero a quien poder llamar por su nombre. Así que hizo un gesto con la mano y preguntó: “¿Cuánto es?” Recordó el 1’65 del Suizo y esperó la sorpresa para ver si podía confirmar al señor Zapatero que el café seguía valiendo ochenta céntimos.

- “Son 2 €uros" , dijo el camarero. Ninguna sorpresa en la cara del Náufrago. Lo sintió por no poder seguir dando buenas noticias al señor Solbes y compañía, pero no pudo por menos de pensar en su amigo, aquel que ayer le decía:

“Sí, aquel desayuno: taza gran tamaño, sobre de nestcafé, bolsita de azúcar, croissant (big size), mini paquete de mantequilla y cajita de mermelada de melocotón, servicio de camarero joven y bien uniformado…¡Todo por “1’65”!

Miró una vez más a su alrededor, el ama de casa seguía delante de la máquina, los operarios seguían hablando en voz alta…Ninguna terraza, ninguna sombrilla, sin sol, sin una vista sobre la bahía, sin señoras con sombrero engañando a la mañana…

Comentarios

Campu ha dicho que…
Y es que desayunar fuera de casa se ha convertido en un auténtico lujo hoy en día...

Recuerdo que desayunaba en un café del centro de La Coruña mis tostaditas de pan, mi café con leche doble, mi zumo natural...
Era el momento más dulce de la mañana, amargado quizá por las portadas del periódico y...por esos dos euros largos que me recordaron de repente, un día y sin venir a cuento, el sueldo que tenía...
(maldita conciencia, digo yo)...

Por cierto, me han encantado las últimas valoraciones de los miembros del gobierno. Buenísimas. Realmente buenísimas.

Feliz fin de semana a todos.

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