Confidencias subacuáticas
- Prolegómenos.
- El encuentro.
A este propósito, el “Piscinas” comentó con el Náufrago un sucedido que había tenido lugar esta mañana. Al parecer, antes de zambullirse en el agua había echado un vistazo a la piscina buscando una calle que estuviera libre para poder hacer sus largos sin tener que cruzarse con esos ‘tritones olímpicos’ que levantan 'tsunamis' a su paso. Escogió una de las calles exteriores, se caló sus gafas y su tubo y calzóse sus aletas cual ‘ondino’ y se lanzó al agua, seguro de que no molestaría a nadie y viceversa. Iba alcanzando el final de la calle, su cabeza hundida en el agua, cuando de pronto descubrió que otro cuerpo venía en dirección contraria. Sacó inmediatamente la cabeza del agua quiso quitarse el tubo de la boca y, tragando algo de agua, balbució:
- “Perdón. No le había visto”
- “Ah, ¿sí? ¿De verdad?", obtuvo como respuesta.
El “Piscinas” no fue capaz de comprender el sentido exacto de ese “¿De verdad?” y en su complejidad lo entendió más bien como un ligero reproche a su ‘ceguera’. Algo así como: “¿Se ha metido usted en esta calle sin mirar si estaba ocupada?”. Se había sentido incapaz de explicar que sí había creído ver la calle libre y tampoco alcanzaba a entender el alcance de aquel misterioso “Ah ¿sí? ¿De verdad?” que le sonaba a sorna.
Pasaron varios minutos, ya el Piscinas había renunciado a entender el alcance del enigmático “de verdad” y estaba centrado en sus brazadas. En ello estaba, cuando al llegar al final de uno de sus largos, oyó a su izquierda:
- “¡Sha veo que viene con el equipo completo!”, con marcado acento argentino. Miró y vio de nuevo a su compañero de calle que emergía del agua y con tono más bien amable hacía alusión a sus gafas, tubo y aletas. El Piscinas le explicó que lo del tubo y las gafas no obedecía a ningún motivo deportivo sino para no maltratar a sus cervicales, un poco chungas, con tanto sacar y meter la cabeza dentro del agua. Tal confesión dio pie a su vecino para sentir la necesidad de contarle su propia experiencia cervical. A partir de ese momento su amigo el piscinas debió oír toda una serie de información y recomendaciones que al interesado bañista le habían servido para tratar también a sus averiadas vértebras: piscinas con agua a 34º, masajes, ‘colgaduras’ con pesos, sesiones varias que le recomendaba a mi amigo con especial encarecimiento. La mutua confesión de sus achaques había conseguido establecer entre ambos una mutua complicidad y aproximación. Y es que los males comunes crean extrañas solidaridades.
- Conclusión.
Comentarios
"El Piscinas" es un tipo bastante peculiar, quizá por eso el Náufrago siente por él una cierta ternura...
Dios los echa el mundo y ellos solitos se juntan: "pares cum paribus facillimē congregantur", decían los latinos o como dicen los sajones: "birds of a feather flock together" (Dime con quien andas después de la piscina, y te diré de qué pie cojeas)