Con Rajoy, con la campaña y bofetadas

Mariano Rajoy al inicio del mitin de su partido en A Coruña, tras la agresión sufrida mientras daba un paseo por Pontevedra. / Cabalar (EFE)

 La agresión sufrida ayer por Mariano Rajoy durante un paseo electoral en Pontevedra merece la más enérgica condena, entre otras muchas razones, porque rompe la tranquilidad en que discurría una campaña que se desarrollaba con absoluta normalidad. La mejor prueba de esa tranquilidad es que gran parte de los escenarios de la acción electoral son las calles, las plazas y los mercados populares, a los que se acercan los candidatos con la confianza que merece un país tranquilo, sereno y libre. Así vienen haciéndolo habitualmente y, hasta ayer, sin haber sido víctimas del menor incidente. 

 No hay agresión tolerable en una democracia, en la que todos pueden defender sus ideas de forma pacífica. Por eso sería grave tanto restar importancia al brutal puñetazo sufrido por el presidente del Gobierno y candidato del Partido Popular como no preguntarse si la seguridad en torno a los candidatos está garantizada razonablemente, a sabiendas de que cuando los políticos salen al encuentro de la gente en lugares públicos es imposible descartar al 100% que pueda suceder algo desagradable.

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