Un Martes con el "Viejo Profesor"
Hoy el Nau no va a «hablarse” del Brasil, ni los Podemos, ni los Reyes que abdican y los hijos que le sustituyen, ni el “menú político» del día... Todo eso pasa, se transforma o se descochifla. Voy a “hablarme” de las emociones... de un profesor.
Se llamaba Morrie Schwartz, murio de ELA (Esclerosis Lateral Amio Trófica) y uno de sus alumnos le visitó todos los martes durante su enfermedad, el libro lo tituló : «Martes con mi viejo profesor», un testimonio sobre la vida, la amistad y el amor. Cada martes hablaban de un tema vital:
- La visión del mundo.
- Sentir lástima de uno mismo.
- Los arrepentimientos.
- La muerte.
- La familia.
- Las emociones.
- El miedo a la vejez.
- Cómo perdurar el amor.
- El matrimonio.
- Nuestra cultura.
- El perdón.
- El día perfecto.
- El adiós.
Ese libro lo leyó Nau en un viaje, y de vez en cuando vuelve a releer un capítulo . Hoy no era martes, sino sábado y habló con Micth, su discípulo, de la «Emociones». Aquel día Morrie lo estaba pasando mal. Los pequeños horrores de su enfermedad iban en aumento, aún así preguntó al alumno:
- «¿Está la cinta en marcha?» dijo con los ojos cerrados todavía. Micth pulsó los botones del play y record. Lo que estaba con sus ojos era “desligarse» de la vivencia...
Corto parte del diálogo entre maestro y alumno : Ver cómo le enseñó a “desligarse»
***
- Todo el mundo sabe que se tiene que morir, pero casi nadie se lo cree:
– Toma el caso de cualquier emoción: el amor a una mujer, o el dolor por la pérdida de un ser querido, o lo que estoy pasando yo, el miedo y el dolor de una enfermedad mortal. Sí contienes las emociones, si no te permites a ti mismo llevarlas hasta el final, nunca podrás llegar a estar desligado; estarás demasiado ocupado con tu miedo. Tienes miedo al dolor, tienes miedo a la pérdida de un ser querido. Tienes miedo a la vulnerabilidad que trae aparejado el amor.
"Pero si te sumerges en estas emociones, permitiéndote a ti mismo tirarte de cabeza a ellas, hasta el final, por encima de tu cabeza incluso, las vives de una manera plena y completa. Sabes lo que es el dolor. Sabes lo que es el amor. Sabes lo que es la pérdida de un ser querido. Y solo entonces puedes decir: “Está bien. He vivido esa emoción. Reconozco esa emoción. Ahora necesito desligarme de esa emoción por un momento”.Morrie hizo una pausa y me observó, tal vez para asegurarse de que yo entendía bien aquello".
–Sé que crees que sólo estamos hablando de la muerte –dijo–, pero es lo que yo te repito: cuando aprendes a morir, aprendes a vivir.
Morrie me habló de sus momentos más temibles, cuando sentía el pecho bloqueado con ataques de tos o cuando no sabía si volvería a respirar. Eran momentos horribles, decía, y sus primeras emociones eran de horror, el miedo, la angustia. Pero cuando llegó a reconocer la sensación de esas emociones, su textura, su humedad, el escalofrío por la espalda, el sofoco que te recorre el cerebro, entonces fue capaz de decirse: “Está bien. Esto es miedo. Apártate de él. Apártate”.
Pensé en la frecuencia con que era necesario esto en la vida diaria. En cómo nos sentimos solos, a veces hasta el borde de las lágrimas, pero no dejamos salir esas lágrimas porque no debemos llorar. O en cómo sentimos un arrebato de amor por nuestra pareja, pero no decimos nada porque nos paraliza el miedo a las consecuencias que pudieran tener esas palabras sobre la relación de pareja.
El planteamiento de Morrie era exactamente el contrario. Abre el grifo. Lávate con la emoción. No te hará daño. Solo puede ayudarte. Si dejas entrar el miedo, si te lo pones como una camisa habitual, entonces podrás decirte a ti mismo: “Bueno, no es más que miedo, no tengo que dejar que me controle. Lo veo por lo que es”
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