Del ruido al silencio
Ya sé que las cosas que uno cuenta aquí tienen un área de reducida repercusión pero tampoco reclaman gran audiencia. Me engañaría si dijera que sólo escribo para mí mismo. Aunque en principio es así, pienso también en un reducido número de personas que frecuentan esta isla con más o menos asiduidad. En realidad somos nosotros mismos y la imagen real o distorsionada que recibimos de los otros. Muy pocas personas hay que se puedan declarar ‘autosuficientes’.
Plasmar cosas personales es una manera de desplegarlas ante la vista , reconocerlas e interiorizarlas mejor. Sólo cuando hablamos o nos expresamos el pensamiento concluye su proceso. En este ámbito de la confesión personal uno se retrotrae a tiempos muy lejanos. Los que recibimos una educación estricta y religiosa, de una religión represiva y poco abierta, si es que hay religiones que abran a la vida y no aborrezcan de ella, hicimos ‘ejercicios espirituales’, nos obligaron a meditar, adolescentes de pocos años, y el que suscribe al menos no sacó mucho provecho de todo aquello, más bien ansiedad y sentimientos de culpa en lugar de serenidad interior.
Puede parecer entonces paradójico que desde aquí invite a ese viaje interior para lograr la paz con uno mismo. No cabe duda que esta sociedad nuestra ha cambiado mucho con los años y digo ‘cambiado’ y no evolucionado, porque son cosas diferentes. Hemos pasado de San Ignacio a 'movidas' varias, a aturdirnos con mil cosas. Para olvidarnos de las prisas, las presiones, los impulsos, las zancadillas, las frustraciones, los deseos de consumir más y más, de hacer crecer nuestras ‘necesidades’, preferimos perdernos en el barullo, entre el ruido, las prisas, las miles de tareas que tenemos o nos creamos y no encontramos tiempo para estar un rato a solas con nosotros mismos y tratar de conocernos. A lo mejor porque tenemos miedo de nuestra vaciedad aparte de nuestro trabajo, nuestros dineros, las cosas que poseemos... Sólo unos pocos reconocen la necesidad de aislarse un poco, de escuchar, de escucharse. No corren tiempos propicios para el silencio y reflexión. Hay ruido, mucho ruido, demasiado ruido
Este rollo infumable (pueden abstenerse de seguir leyendo) surge porque hace pocos días recibí uno de esos mensajes (PPS) que a través de imágenes, sonido y pensamientos invitan a la reflexión con textos más o menos profundos, más o menos originales, más o menos poéticos. El mensaje al que me refiero llevaba por título “Ser fuerte”. Sé que estos pensamientos y otros más podían definir nuestra real ‘fortaleza’ interior. Se los brindo al tiempo que los traslado para mí en esta bitácora.
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The sound of silent: Simon & Garfunkel
Plasmar cosas personales es una manera de desplegarlas ante la vista , reconocerlas e interiorizarlas mejor. Sólo cuando hablamos o nos expresamos el pensamiento concluye su proceso. En este ámbito de la confesión personal uno se retrotrae a tiempos muy lejanos. Los que recibimos una educación estricta y religiosa, de una religión represiva y poco abierta, si es que hay religiones que abran a la vida y no aborrezcan de ella, hicimos ‘ejercicios espirituales’, nos obligaron a meditar, adolescentes de pocos años, y el que suscribe al menos no sacó mucho provecho de todo aquello, más bien ansiedad y sentimientos de culpa en lugar de serenidad interior.
Puede parecer entonces paradójico que desde aquí invite a ese viaje interior para lograr la paz con uno mismo. No cabe duda que esta sociedad nuestra ha cambiado mucho con los años y digo ‘cambiado’ y no evolucionado, porque son cosas diferentes. Hemos pasado de San Ignacio a 'movidas' varias, a aturdirnos con mil cosas. Para olvidarnos de las prisas, las presiones, los impulsos, las zancadillas, las frustraciones, los deseos de consumir más y más, de hacer crecer nuestras ‘necesidades’, preferimos perdernos en el barullo, entre el ruido, las prisas, las miles de tareas que tenemos o nos creamos y no encontramos tiempo para estar un rato a solas con nosotros mismos y tratar de conocernos. A lo mejor porque tenemos miedo de nuestra vaciedad aparte de nuestro trabajo, nuestros dineros, las cosas que poseemos... Sólo unos pocos reconocen la necesidad de aislarse un poco, de escuchar, de escucharse. No corren tiempos propicios para el silencio y reflexión. Hay ruido, mucho ruido, demasiado ruido
Este rollo infumable (pueden abstenerse de seguir leyendo) surge porque hace pocos días recibí uno de esos mensajes (PPS) que a través de imágenes, sonido y pensamientos invitan a la reflexión con textos más o menos profundos, más o menos originales, más o menos poéticos. El mensaje al que me refiero llevaba por título “Ser fuerte”. Sé que estos pensamientos y otros más podían definir nuestra real ‘fortaleza’ interior. Se los brindo al tiempo que los traslado para mí en esta bitácora.
SER FUERTE...
- Ser fuerte es amar a alguien en silencio
- Ser fuerte es irradiar felicidad cuando se es infeliz
- Ser fuerte es esperar cuando no se crea en el regreso
- Ser fuerte es mantenerse en calma en los momentos de desesperación
- Ser fuerte es demostrar alegría cuando no se siente
- Ser fuerte es sonreír cuando se desea llorar
- Ser fuerte es hacer a alguien feliz cuando se tiene el corazón en pedazos
- Ser fuerte es callar cuando lo ideal sería gritar a todos tu angustia
- Ser fuerte es consolar cuando se necesita de consuelo
- Ser fuerte es tener fe aunque no se crea.
- Por eso mismo, en la dura realidad y por más difícil que la vida pueda parecer:
- ¡AMA Y SÉ FUERTE!
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The sound of silent: Simon & Garfunkel
Comentarios
Entre ellos hay algunos que merecen que uno se detenga a reflexionar un poco. La persona que me envió este mensaje me sugería que hiciera un test sobre mi propia fortaleza interior pero cre que ella superaba la prueba con buena nota.
El humor que cultivas y tratas de propagar es también una forma de armarse de valor ante las contrariedades que a veces nos presenta la vida, es una forma de no tomarse tan en serio tanto nuestras virtudes como nuestros defectos.